Dreamland

Espacio donde gracias a la todapoderosa web me da la oportunidad y posibilidad de compartir con todos aquellos que lleguen a caer en este blog por azares del destino, escritos, fotos, videos y algunas otras cosas que he realizado sólo o en conjunto con otros cuates. Espero que les guste. Saludos

Hasta que la vida nos separe...

Hasta que la vida nos separe...
Todos los días son día de muertos

9 de diciembre de 2013

No, la derrota dictatorial a través de la publicidad.




La cuarta película del director chileno Pablo Larraín nos sitúa a finales de la década de los ochenta, cuando se dio el famoso plebiscito del Sí o No a la continuación, o perpetuación, de Augusto Pinochet en la presidencia de Chile, el dictador ya llevaba 15 años en el poder y se había vuelto famoso por las números represiones que sus detractores sufrieron, así como desapariciones y torturas llevadas a cabo por la policía militar de ese país en contra de quienes pensaban diferente al régimen militar, instaurado bajo auspicio de los Estados Unidos; estos eventos, que no eran exclusivos de ese país y que permeaban en prácticamente todos los estados, que se decían soberanos de Latinoamérica, tuvieron su derrota el 5 de octubre de 1988, poniendo fin así a un era sangrienta en la historia del lejano país del cono sur. La cinta tiene como protagonista al actor mexicano Gael García Bernal, quien da vida a René Saavedra, reconocido publicista chileno hijo de un exiliado de la dictadura, mismo que tiene por encargo elaborar la campaña para que la gente elija el “No” para con esto terminar con el gobierno militar, a sabiendas de lo que pudiera estar en juego dadas las infames represalias que el sistema tenía contra sus adversarios; René acepta el encargo y junto con un equipo técnico, diseña una estrategia que a muchos de los simpatizantes del movimiento que buscaba derrocar a Pinochet, no lograba convencer dada la imagen alegre que tenía de un país que se incendiaba en sus entrañas, aún cuando los medios masivos de comunicación dijeran lo contrario, adoptando una postura oficialista. Así pues, la película gira en torno a la creación de la campaña que le dio al traste a la sangrienta carrera política de uno de los dictadores más brutales que ha tenido América Latina, siguiendo paso a paso ambas posturas publicitarias durante sus presentaciones en televisión, por un lado la benevolente cara de Pinochet acercándose a los niños y quitándose el uniforme militar, buscando con esto crear una imagen más apacible y afable que produjera bienestar entre los votantes; por el otro, René centro su campaña con una imagen más al estilo pop, mezclando la alegría del cambio con testimonios de represalias, generando lo que sería a la postre la combinación ganadora, y demostrándole a muchas otras naciones, que aún teniendo el gobierno coaptado los medios de comunicación, y teniendo únicamente 15 minutos diarios durante 27 días, se puede derrocar una dictadura como sucedió en Chile.
La trama de la película puede parecer interesante, y lo es, sin embargo, su realización es lo que falla, la película oscila entre un thriller político y un documental, sin llegar a concretar ninguna de las dos, en el primer caso tenemos las situaciones de acecho a domicilio que sufre René, a quien lo tachan de marxista, recibiendo tretas en contra de la vida de su hijo, descubriendo autos con personas espiando afuera de su casa, siendo intimidado por su jefe en la agencia, mismo que confluye, y colabora, con el gobierno de Pinochet, su equipo creativo tampoco se salva de esta situación ya que todos, de alguna u otra manera, sienten su integridad física amenazada por la “GESTAPO” chilena; por el otro lado, el sentido documental intenta ser impuesto por una cámara al hombro, carente de recursos que se notan de inmediato, utilizando zooms (acercamientos) rebuscados que hablan más de una película de menor calidad a lo que se intentaba realizar, añadiendo a esto el formato de 4:3 que el director eligió para rodar su película, esto tal vez para compensar el pietaje utilizado, grabado en ese formato por la televisión chilena durante el periodo que gobernó Pinochet, es posible que varios aboguen a lo indie del film y que por esta razón la cinta tiene esa estética, sin embargo, no se puede justificar la calidad con el simple hecho de catalogar así a una película, hay producciones independientes, con mucho menos presupuesto, que superan con creces a esta, como la ópera prima de su compatriota chileno, después naturalizado español, Alejandro Amenábar, “Tesis” en 1996, quien con un presupuesto pequeño consiguió crear una funcional cinta de suspenso; con la cinta de Larraín las cosas no salieron como se esperaba, o al menos eso me pareció a mi, los deslumbramientos constantes de la cámara por el sol nos hablan de una planeación, sino mala, si ajena a preservar ciertos detalles estéticos que hubieran hecho más redondo el film, a esto le sumamos un audio carente de calidad, en el cual las voces se pierden entre el desorden y el ruido ambiental, obligando a regresar ciertas escenas para poder entender lo que se está diciendo; la actuación de Gael tampoco es sobresaliente, cumple a medias, su papel no le exige nada en ningún momento, o así lo hace notar él, el único momento de tensión que se ve en su rostro es cuando deja a su hijo con su madre después de recibir algunas amenazas, y aún así, es un rostro que pareciera replicarse de otros trabajos como “Amores perros” (Alejandro González Iñárritu, 2000), cuando Octavio, interpretado por García Bernal, es abandonado en la central de autobuses por Susana; las  demás actuaciones, aunque cumplidoras carecen del peso que deberían en una película que narra uno de los momentos decisivos en la vida democrática de Chile, y que, lamentablemente, la puesta en escena del director, hace que pierdan relevancia.
La historia de los países Latinoamericanos sigue escribiéndose día a día, muchos de ellos siguen con las mismas carencias y otros las han visto multiplicarse, Chile no se salva a esta realidad y, aunque es uno de los países con mejor desarrollo del área, se le sigue cuestionando mucho sus formas de represión contra las manifestaciones sociales, encabezadas en últimas fechas por jóvenes inconformes con la desmedida alza en el costo de la educación superior; muchos de los brutales actos cometidos contra la sociedad se han visto plasmados en documentales, series de televisión o películas que narran las salvajadas que muchos de estos gobiernos han aplicado a sus gobernados, lamentablemente muchas de ellas no son de buena manufactura y, aún contando historias sobresalientes, el resultado no llega a ser el esperado, quedando únicamente el amargo sabor de boca que deja la ilusión de lo que parecía iba a ser un buen film, sin embargo, a veces las cosas no salen como uno espera y, en este caso, la mancuerna Larraín/García Bernal no consiguen llenar la pantalla de esperanza, haciendo caso omiso a las reglas básicas de un cine que espera despuntar como es el latinoamericano, cumpliendo a medias la función de catarsis que una sociedad como la chilena requiere, viendo caer uno de los llamados caudillos sudamericanos que tanta sangre y tristeza dejó en aquel país.


s apacible iforme militar, buscando con esto crear una imagen mll movimiento que buscaba derrocar a Pinochetque el sistema tenpa