Dreamland

Espacio donde gracias a la todapoderosa web me da la oportunidad y posibilidad de compartir con todos aquellos que lleguen a caer en este blog por azares del destino, escritos, fotos, videos y algunas otras cosas que he realizado sólo o en conjunto con otros cuates. Espero que les guste. Saludos

Hasta que la vida nos separe...

Hasta que la vida nos separe...
Todos los días son día de muertos

14 de diciembre de 2015

Victoria; la inverosímil aventura de una española en Berlín.




Son pocos los que se han atrevido a rodar películas con un solo plano, la dificultad, tanto artística como técnica, es enorme dada la complejidad de sincronizar todos los elementos que constituyen  un film, ninguno de los ejecutores de la grabación tiene el derecho a equivocarse, un solo error significa repetir todo desde el inicio, aún así sea tanto al principio como al final de la película; el catalogo de películas no es tan grande, pero existen producciones de alto calado como “El arca rusa” (Alexander Sokurov, 2002), otros directores han simulado de forma magistral el plano secuencia, cintas como “La soga” (Alfred Hitchcock, 1948) o “Birdman” (Alejandro G. Iñárritu, 2014) son dos maravillosas muestras de esto. “Victoria” (Sebastian Schipper, 2015), cuenta una noche en la vida de la chica española que da nombre al film y que es interpretada por la catalana Laia Costa, el estruendoso sonido de música electrónica nos lleva a encontrarla bailando en un antro de Berlín, a su salida encuentra a un grupo de chicos en la entrada del bar, ahí conoce a Sonne (Frederick Lau), un joven alemán con quien rápidamente hace amistad, después de platicar por un rato y conocer a la pandilla del chico, Victoria presencia el primer “acercamiento” de Sonne con la vida fácil que cualquier feligrés de Malverde quisiera tener; en poco tiempo, la madrileña se da cuenta que el joven alemán es un delincuente menor, e incluso se vuelve cómplice robando cervezas de una tienda, o entrando de forma ilegal a un edificio para beber en la azotea del mismo, momento que también permite conocer más de los personajes y acercar más a Victoria y Sonne, este acercamiento tiene su punto neurálgico en la cafetería donde trabaja la chica, en donde le enseña su frustrada pasión por tocar piano. En este lugar Victoria tiene que tomar una decisión que la llevará a un trágico final, participar en el robo a un banco, con lo que una noche que comenzaba a tener tintes románticos acaba como una pesadilla.

La película de Schipper es buena, sin llegar a ser excelente, a mi parecer lo inverosímil que resulta tomar tantas decisiones tan malas parece no caber en mi cabeza, algunos refutarán que el cine se trata precisamente de eso, de hacer de lo inverosímil algo normal o natural; sin embargo, el plano secuencia añade un sentido documental al film, y lo que vemos en pantalla dista de parecer una fantasía, las decisiones que toma Victoria hacia el final del film carecen de total sentido común y el argumento central del film se va por la compulsión de su personaje principal, en una vorágine de acciones que la llevan a conocer el limite de su cordura. Las actuaciones son buenas, aunque tampoco exigen demasiado a los actores, la interlocución entre Victoria y Sonne se da en inglés, ambos se notan naturales, sin titubeos, la cámara gira la mayor parte del tiempo en torno a ellos, llevándonos a dar una vuelta por las calles de Berlín, conociendo el lado “under” de dicha ciudad; el merito artístico de los actores y director, así como el técnico en la fotografía del danés Sturla Brandth Grøvlen es de resaltarse, la estrepitosa caída del dulce sueño a la terrible pesadilla que vive Victoria se pone de manifiesto conforme transcurren los 138 minutos que dura el film.

Este tipo de cintas vienen a refrescar la cara del cine, tan invadida de tantas películas norteamericanas, muchas de ellas malas y que parecen multiplicarse como el acné, una buena parte exhibiéndose en la mayoría de las salas a nivel mundial; “Victoria” se escapa del ojo convencional y, aún cuando pueda resultar larga por momentos e inverosímil en otros, consigue enrollarnos en la vorágine que vive su personaje principal,  buscando una salida fácil a una vida que ha perdido su gran pasión, en una noche donde las decisiones forman parte fundamental del trágico desenlace, con el amanecer como metáfora final de una persona que despierta a una nueva realidad donde todo ha cambiado, para siempre y para mal.





6 de mayo de 2015

Uzumaki, los misterios de la naturaleza transformados (o trastornados) por el terror japonés.



El mundo ha escondido misterios aún pendientes por resolver desde tiempos ancestrales, algunos impulsados por la creatividad humana como las pinturas rupestres en cuevas milenarias donde se pueden observar seres de forma humanoide con enormes cascos parecidos a los que utilizan los modernos astronautas; cuadros medievales en los que encontramos naves espaciales surcando los cielos a gran velocidad; esculturas prehispánicas de una figura manipulando lo que pareciera son los controles de una nave espacial; una puerta que no lleva a ningún lugar en medio de una montaña perdida en los parajes peruanos; estos por mencionar algunos de los miles de casos en los que el hombre tiene algo que ver, dejando a un lado las misteriosas construcciones de templos o sitios arqueológicos que, aún hoy en día, tienen un grado de complejidad arquitectónica increíble, como Stonhage en la Gran Bretaña, la pirámide de Quetzalcoatl en Quintana Roo, o las imponentes pirámides de Egipto, por mencionar unas cuantas. Si a estas misteriosas, e impresionantes creaciones, añadimos las que nos regala la madre naturaleza la lista se desborda, encontrándonos en un mar de preguntas que muchas veces parecieran no tener respuestas, patrones que tienden a cumplirse en orden para que “las cosas funcionen”, como si estuviera maquinándose un plan maestro que alguien, o algo, puso en marcha hace miles de años atrás; Junji Ito toma uno de estos misterios “naturales” para crear una novela gráfica de terror al más puro estilo japonés. Debo decir que me llama mucho la atención todo lo que se ha creado en esa isla asiática, dejándome la mayoría de las veces maravillado por su creatividad, complejidad y visceralidad, me intriga de donde surgen los miedos orientales, desde cuando han soñado con robots que libren cruentas batallas para proteger la isla del asedio enemigo; sean videojuegos, series de animación, cine, cómics o cualquier tipo de expresión artística, muchas de las veces he quedado atónito ante las disparatadas historias que cuentan sus autores, y esta no es la excepción.
Uzumaki cuenta la historia de Kirie Goshima, una joven estudiante que vive en un pueblo japonés situado en la costa llamado Kurouzu-Cho, un apacible pueblo de menos de 7,000 habitantes en los que se darán una serie de extraños eventos llevando a sus habitantes al borde de la locura. Desde el inicio de esta historia de terror comienzan a suscitarse extraños acontecimientos, siendo nuestra protagonista, junto con su novio Shuichi Saito, quienes serán los encargados de intentar dilucidar el misterio que envuelve al fantasmagórico pueblo a lo largo de 19 aterradores capítulos más uno extra, que viene a servir como un primer acercamientos al fenómeno que se suscita en Kurouzu-Cho; el primero de ellos, aparte de situar al lector en el pueblo, presenta a la pareja protagonista de este relato, y en pocas páginas nos encierra en lo que será la locura que vivirán los habitantes de dicha comunidad a lo largo de esta obra, teniendo como primer caso al padre del coprotagonista, el señor Saito, quien esta obsesionado con las formas espirales que encuentra en la naturaleza y en muchas creaciones humanas, léase remolinos, caracoles, trompos, el agua que se va por el inodoro, etc.; en su obcecación visita al padre de Kirie, quien por oficio tiene la creación de figuras cerámicas, y se maravilla con su trabajo, no tanto por el producto final sino por la forma de elaborarlo, en base a la centrifuga que ayuda a elaborar con las manos los jarrones, definiéndola como el “arte de la espiral”. La locura del señor Saito se desborda cuando su esposa tira su colección de figuras en forma de espiral, esto lo lleva a intentar crearlas con su cuerpo, siendo sus ojos los primeros 

en hacer la figura, moviendo sus órbitas oculares de tal forma que hagan una espiral, las viñetas comienzan a tener el sentido oscuro que permeará a lo largo del relato, haciendo un brutal acercamientos a los ojos del señor Saito, dejándonos atónitos y horrorizados; poco después de este suceso el padre de Shuichi sigue experimentando con su cuerpo, esta vez logra agigantar su lengua y enroscarla creando la perturbadora figura, pero su neurosis no tienen llenadera y en un arranque de locura se enrosca él en una tina circular, formando con su cuerpo la última espiral, ya que esta proeza lo llevo a su muerte; sin embargo, con su muerte no termina el problema, al contrario, es aquí donde comienza, ya que al morir la familia lo lleva al crematorio y, de sus cenizas, sale un humo negro de la chimenea del cuarto donde lo incineran el cual comienza a formar una espiral en el cielo y en algún momento se puede ver el rostro del perturbado señor Saito. 




 Los subsecuentes capítulos no hacen otra cosa que seguir la incontrolable locura espiral que se desata en el pueblo, algunos episodios están mejor resueltos, y producen mucho más miedo, que otros, la esposa de Saito enloquece después de la muerte de su marido, e intenta alejar la obsesión de su finado esposo de ella mutilando su cuerpo para tal fin, desde sus huellas dactilares hasta el interior de su oído; en otro capítulo conocemos a la nueva y popular chica del colegio, que trae locos a todos los jóvenes estudiantes, sólo para descubrir que una extraña marca en su frente en forma de espiral es la causante de la fascinación masculina; un episodio dedicado al oficio del padre de Kirie y como después de utilizar barro de un estanque situado en medio del pueblo (mismo que será clave para dilucidar el misterio que envuelve a Kurouzu-Cho), puede crear disparatas figuras que incluyen los rostros de los habitantes muertos que han sido cremados; uno más con una historia al estilo de “Romeo y Julieta” donde dos familias rivales se oponen a la relación de hijo e hija, pero su amor es más grande y logran entrelazar (de forma literal) sus vidas el uno al otro; otro dedicado a la extraña transformación de algunos estudiantes en caracoles y el asombro y estupor que esto produce en la comunidad estudiantil. Estos por mencionar algunos de los terroríficos ejemplos que encontramos en esta novela gráfica, todo representado con trazos en un inquietante blanco y negro, dejando algunos momentos “lúcidos” en color; la locura de este pueblo va acompañada de la falta de luz, eternos anocheres y días plagados de nubes negras, violentos pincelazos que generan sombras e inquietantes figuras nocturnas que se pasean durante el día, como si el tiempo no existiera en este lugar, haciendo que sus habitantes y toda persona que llega no pueda salir de esa espiral.

 






El gran trabajo de Junji Ito no sólo se limita a escribir y dibujar esta historia, sino adentrarnos en el terror que puedan generar los misterios de la naturaleza, partiendo de estas figuras tan comunes como inquietantes, llevándolas a un plano más elevado, el de la conciencia de “algo” que habita y se nutre de esa obsesión, y que se vale de estas figuras para atrapar a quienes habitan un pueblo maldito, convirtiendo a sus amables pobladores en hostiles defensores de la espiral, aún cuando sus narradores son conscientes de la locura que se vive en el pueblo, ellos comienzan a formar parte de ella. De esta forma el autor nos sumerge en una historia de terror para demostrarnos que lo inquietante, perverso y atemorizante no se encuentra solamente en el hombre y sus creaciones, él sitúa al humano como un ser “sacrificable” para la naturaleza, un medio para reordenar la descomposición que generamos, creando ciclos en los que, a través de “su actuar”, reorganiza lo que estorba, sin tener ningún tipo de contemplación, una especie de lección en la que el humano nunca saldrá bien librado; Ito nos lleva de la mano descendiendo por una espiral que lejos de verla como una historia de ficción, nos sitúa en un lugar sumamente endeble con la naturaleza, esperando que sus ancestrales misterios no despierten para terminar, no sólo con un pueblo, sino con toda la humanidad.