Paul Thomas Anderson se ha
caracterizado por ser un director que trabaja en proyectos muy
concienzudamente, su carrera en Hollywood inicia a mediados de la década de los
noventa con “Hard eight, Sydney” (1996) pero fue “Booggie nights” (1997) la
cinta que lo catapulto al estrellato por contar la torcida historia del sexual
mundo de la pornografía en la década de los setenta, su tercera película fue “Magnolia”
(1999), es en este punto que su obra se vuelve más pensada, esto se nota en los
intervalos de tiempo que existe entre una y otra película que ha desarrollado
desde entonces, este tercer trabajo vino acompañado de una estrella de
Hollywood en ascenso como Tom Cruise, quien participó junto con otros actores
que buscaban su lugar en la llamada meca del cine como Julianne Moore, William
Macy, John C. Reilly (estos tres primeros repiten con Anderson ya que habían
aparecido en “Boogie nights”), Philip Seymour Hoffman, entre otros, en una
película de gran calado que entrega actuaciones soberbias de la mayoría de los
actores involucrados, una obra que retrata muy bien los males que padece la
sociedad norteamericana en cuanto a sus aspiraciones y al famoso sueño
americano, que en estos personajes, no termina por cumplirse; su siguiente
trabajo viene tres años después con “Embriagado de amor” (2003) en la cual
rescata al comediante Adam Sandler cuya carrera actoral no había destacado por
los dramas hasta este film, y a Drew Barrymore, quien se hiciera famosa por sus
incursiones en “E. T. el extraterrestre” y “Cat´s eye”, así como por sus
adicciones que la pusieron en el ojo del huracán durante algún tiempo en la
malévola industria del chisme hollywodense; el film que antecede al que da
origen a esta reseña también se puede considerar de excelsa manufactura en
todos los sentidos, actuación, música, imagen, me refiero a “Petroleo
sangriento” (2007) con la portentosa actuación de uno de los mejores actores
que actualmente trabajan en grandes obras como lo es Daniel Day Lewis, quien ha
sido dirigido por grandes maestros del cine y la industria como Martin Scorsese
(Pandillas de Nueva York, ) y Steven Spielberg (Lincoln, 2012), la quinta cinta
de Anderson cuenta la época en la que se iniciaron las exploraciones
petrolíferas a cargo de varias familias
del sur de los Estados Unidos y como esto se volvió un negocio inmediato; son
apenas 6 películas en poco más de 17 años de carrera para este gran director
angelino que arroja un promedio de una película casi cada tres años, en una
obra que ha ido de menos a más, en la que uno podría pensar cualquier cosa
menos que se trata de un hombre de apenas 43 años de edad, muchos directores
con más veteranía quisieran tener en su palmarés parte de la obra de este
singular realizador que podemos considerarlo como uno de los mejores de su
generación.
“The master” fue estrenada el
primer mes del año pasado en los Estados Unidos, lamentablemente a México llego
un año después, y al parecer el suministro de copias a nivel nacional hizo que la película llegará a
algunas ciudades del interior a finales de febrero, permaneciendo en cartelera
apenas un par de semanas, pero dejando a un lado las inconveniencias
geográficas de vivir en provincia en un país con una gigantesca urbe
centralista, entraré de lleno al tema de la película. La historia cuenta parte
de la vida adulta de Freddie Quell, interpretado magistralmente por Joaquin
Phoenix, personaje que padece una especie de psicosis y retraso (conforme nos
adentramos en la película nos enteramos que su madre ha estado internada en un
hospital psiquiátrico), al inicio lo vemos disfrutar el sol junto con otro
grupo de jóvenes soldados en una playa, sus arranques enfermos se hacen notar
desde este momento cuando se da cuenta que sus compañeros están elaborando una
mujer desnuda de arena, al ver esto, el desquiciado Freddie se abalanza sobre
la efigie simulando tener relaciones sexuales con ella ante la mirada atónita y
de sorpresa de los demás, es desde este momento que Anderson nos comienza a
delinear la naturaleza de este personaje, arrojado, sin escrúpulos, explosivo y
carente de valores o moral; después de esta sexualmente enfermiza presentación,
Freddie es interrogado por un oficial del ejercito con el propósito de saber
que “tan dañado” pudo haber quedado después de la guerra, una vez más la
naturaleza perversa y trasnochada de Quell vuelven a salir a la luz, esta vez a
través de las imágenes del test de Roscharch, consistente en mostrar laminas
con distintas manchas de tinta y que sirven para evaluar la personalidad de un
individuo, en este caso todas las relaciona con penes y vaginas lo que deja
asombrado al oficial que aplica dicho test. Hasta este momento sólo hemos
podido ver la vida que el personaje principal lleva en torno a la milicia, sin
embargo, Anderson ya nos ha dicho mucho de él, y es a raíz de esto que todo lo
subsecuente que veamos no nos asombrará en lo absoluto ya que conocemos de ante
mano la naturaleza animal que lo domina, esto puede sonar fácil de hacer pero
requiere de gran maestría, en muchos films este tipo de rasgos los vemos a la
mitad o cerca del final de un film, muchas veces esto nos desconcierta, en este
caso es todo lo contrario, el personaje se nos presenta con absoluta franqueza
desde el primer minuto de película, y no va a mayor, sino que la perseverancia
en su locura se mantiene estática, no por eso la hace menos violenta o
desgarradora, todo lo contrario, y es que los esfuerzos de Freddie por cambiar
parecen caer en el vacío, es aquí donde entra Lancaster Dodd, interpretado
igualmente de forma magistral por el gran actor Philip Seymour Hoffman, una
especie de pregonero místico que anda por los Estados Unidos hablando sobre
métodos alternativos a la hipnosis y psicología para poder conocer tanto vidas
pasadas como secretos de la humanidad y que a la postre pueden servir para
curar alguna aflicción, incluso enfermedades como algunos tipos de cáncer, una
especie de Jodorowsky con su psicomagia viajando en caravanas de fieles devotos,
un charlatán que se obsesiona con Freddie desde el momento en que lo ve y a
quien intenta ayudar a través de su método, sin embargo, conforme transcurre el
film, el “maestro” Dodd se da cuenta que todo lo que había escrito es
prácticamente inservible, esto a raíz de conocer al dañado Freddie quien a
pesar de los escuerzos sigue con esa naturaleza de caballo desbocado, aún
cuando Dodd comienza a caer en contradicciones con su método, mismas que son
perceptibles por parte de sus seguidores, él sigue fiel a la idea de poder
cambiar a su desamparado inquilino, el cual a la postre pareciera ser una
proyección de sus miedos o intentos infructíferos de éxito; esta especie de
alianza se ve recurrentemente entorpecida por los arranques violentos que tiene
Freddie, llevando a ambos a conocer una celda en donde tienen una acalorada
conversación, a la confesión de un antiguo amor que el personaje principal tuvo
antes de ir a la guerra, un amor virginal con una joven de 16 años a la que
Freddy ni siquiera podía ver a los ojos, como si toda la culpa y vergüenza que
carga en su conciencia fuera a transmitirse por la mirada, una especie de
relación que exculparía al protagonista de
todos sus pecados pero que lamentablemente nunca se podrá concretar;
esta serie de eventos hacen que su voluntad vaya flaqueando conforme transcurre
el film, el supuesto doctor cada vez más adopta el carácter de lastre para él,
aún cuando existe un evidente lazo que los une por encima de la naturaleza
indómita de ambos, uno en lo enfermizo de sus actos y el otro en sus métodos
poco ortodoxos, uno buscando férreamente controlar sus demonios internos y el
otro con la fuerte necesidad de legitimarse a través de su discurso, en una
amistad que nació para distanciarse.
La parte técnica del film es
de excelente manufactura, la fotografía a cargo de Mihai Malaimare Jr., quien
también hizo lo propio en “Tetro” de Coppola, es hermosa, los paisajistas
planos abiertos son un deleite visual, la secuencia de la huida de la granja
así como la que corresponde a la motocicleta son muy agradables a la vista,
además de sumergirnos en el eterno escape que Freddie tiene consigo mismo y su
realidad, también es de destacar el manejo en el uso del foco, desenfocando
objetos o rostros y volviéndolos a enfocar, como adentrándonos en la confusa
mente del protagonista, los recurrentes primeros planos nos muestran a un
Joaquin Phoenix ensombrecido y demacrado, y a un Hoffman en busca de respuestas
basadas en una guía que ni siquiera el puede entender; la parte musical corre a
cargo de Jonny Greenwood y su función cumple los requerimientos de la cinta,
dejando el rol más importante a los actores y entrando en los momentos álgidos
del film, también hace uso de canciones que ayudan a matizar todo el cúmulo de
sensaciones que nos produce ver al voluble Freddie, estas corren a cargo de
grandes interpretes como Ella Fitzgerald o Madisen Beaty; la parte actoral es
lo que más sobresale del film, ver a Joaquin Phoenix en este papel es sumamente
desgarrador, sobre todo después de que el actor tuviera una serie de deslices
personales, pareciera que este personaje le cayó como anillo al dedo, su
constante risa enloquecida pareciera provenir de la entrañas del mismo
infierno, y su mirada perdida parece deambular entre lo real y lo irracional, su
flacura viene a reforzar todo el semblante de locura, el vestuario elegido para
él queda a la perfección mostrándonos esa reducción física con un espíritu
implacable; por el otro lado tenemos a Philip Seymour Hoffman que, como ya
viene siendo costumbre suya, desempeña sus papeles con soltura y sobriedad, en
este caso se mantiene siempre como un hombre que aparenta ser un erudito, sin
embargo, el fango que cubre sus mentiras se comienza a resbalar conforme la
tormenta de Freddie se desata sobre él, dejándonos ver al verdadero personaje,
un hombre cuyas ideas cambian conforme sus errores son expuestos por un sujeto
que no tiene remedio, un seudocientífico que ve mermados sus deseos por la
imposibilidad de adentrarse en la psique de su pupilo y que va perdiendo los
estribos con sus seguidores, contestándoles con diatribas que lo único que
hacen es poner de manifiesto la incapacidad de su ingenio.
En lo personal creo que “The
master” es la película más floja de Paul Thomas Anderson, pero no por eso deja
de ser buena, tal vez no sea una película redonda pero el simple hecho de ver
tan magistrales actuaciones hace que valga la pena la ida al cine, las
nominaciones de ambos en varias premiaciones como los Oscar, los BAFTA, los
Globos de Oro o en el festival de cine de Venecia, da cuenta del gran trabajo
desplegado en la pantalla de la mano de un director que ha madurado y ha
apostado por un cine que tiende a ser difícil de ver por lo complejo de sus
personajes, con historias que han recorrido el tiempo (los setenta con “Boogie
nights”, los cuarenta y cincuenta con “The master”, o en los albores del siglo
XX con “Petróleo sangriento”), que han recorrido actores con grandes
interpretaciones, un director que no busca polemizar, sino adentrarse en las
torcidas mentes de los que han y habitamos este planeta, lugar que parece
querer escupirnos al espacio para librarse de nosotros, porque gracias a
nuestros actos hemos logrado crear y destruir, avanzar y retroceder, buscando
una suerte de bienestar, aún cuando estemos plagados de contradicciones y
quisiéramos aferrarnos a algo o a alguien pareciera haber mentes indomables,
hombres que nacieron para ser salvajes, regidos por sus impulsos y su
naturaleza indómita, hombres que no necesitan ayuda, hombres a los que Anderson
los cataloga como “The master”, porque ellos son los verdaderos maestros.