Son pocos los
que se han atrevido a rodar películas con un solo plano, la dificultad, tanto
artística como técnica, es enorme dada la complejidad de sincronizar todos los
elementos que constituyen un film,
ninguno de los ejecutores de la grabación tiene el derecho a equivocarse, un
solo error significa repetir todo desde el inicio, aún así sea tanto al
principio como al final de la película; el catalogo de películas no es tan
grande, pero existen producciones de alto calado como “El arca rusa” (Alexander
Sokurov, 2002), otros directores han simulado de forma magistral el plano
secuencia, cintas como “La soga” (Alfred Hitchcock, 1948) o “Birdman”
(Alejandro G. Iñárritu, 2014) son dos maravillosas muestras de esto. “Victoria”
(Sebastian Schipper, 2015),
cuenta una noche en la vida de la chica española que da nombre al film y que es
interpretada por la catalana Laia Costa, el estruendoso sonido de música
electrónica nos lleva a encontrarla bailando en un antro de Berlín, a su salida
encuentra a un grupo de chicos en la entrada del bar, ahí conoce a Sonne
(Frederick Lau), un joven alemán con quien rápidamente hace amistad, después de
platicar por un rato y conocer a la pandilla del chico, Victoria presencia el
primer “acercamiento” de Sonne con la vida fácil que cualquier feligrés de
Malverde quisiera tener; en poco tiempo, la madrileña se da cuenta que el joven
alemán es un delincuente menor, e incluso se vuelve cómplice robando cervezas
de una tienda, o entrando de forma ilegal a un edificio para beber en la azotea
del mismo, momento que también permite conocer más de los personajes y acercar
más a Victoria y Sonne, este acercamiento tiene su punto neurálgico en la
cafetería donde trabaja la chica, en donde le enseña su frustrada pasión por
tocar piano. En este lugar Victoria tiene que tomar una decisión que la llevará
a un trágico final, participar en el robo a un banco, con lo que una noche que
comenzaba a tener tintes románticos acaba como una pesadilla.
La
película de Schipper es buena, sin llegar a ser excelente, a mi parecer lo
inverosímil que resulta tomar tantas decisiones tan malas parece no caber en mi
cabeza, algunos refutarán que el cine se trata precisamente de eso, de hacer de
lo inverosímil algo normal o natural; sin embargo, el plano secuencia añade un
sentido documental al film, y lo que vemos en pantalla dista de parecer una
fantasía, las decisiones que toma Victoria hacia el final del film carecen de
total sentido común y el argumento central del film se va por la compulsión de
su personaje principal, en una vorágine de acciones que la llevan a conocer el
limite de su cordura. Las actuaciones son buenas, aunque tampoco exigen
demasiado a los actores, la interlocución entre Victoria y Sonne se da en
inglés, ambos se notan naturales, sin titubeos, la cámara gira la mayor parte
del tiempo en torno a ellos, llevándonos a dar una vuelta por las calles de
Berlín, conociendo el lado “under” de dicha ciudad; el merito artístico de los
actores y director, así como el técnico en la fotografía del danés Sturla
Brandth Grøvlen es de resaltarse, la estrepitosa caída del dulce sueño a la
terrible pesadilla que vive Victoria se pone de manifiesto conforme transcurren
los 138 minutos que dura el film.
Este
tipo de cintas vienen a refrescar la cara del cine, tan invadida de tantas
películas norteamericanas, muchas de ellas malas y que parecen multiplicarse
como el acné, una buena parte exhibiéndose en la mayoría de las salas a nivel
mundial; “Victoria” se escapa del ojo convencional y, aún cuando pueda resultar
larga por momentos e inverosímil en otros, consigue enrollarnos en la vorágine
que vive su personaje principal,
buscando una salida fácil a una vida que ha perdido su gran pasión, en
una noche donde las decisiones forman parte fundamental del trágico desenlace,
con el amanecer como metáfora final de una persona que despierta a una nueva
realidad donde todo ha cambiado, para siempre y para mal.