Los monstruos mitológicos o de fantasía siempre han causado asombro e interés en el ser humano, las historias y los relatos de miedo que se generan entorno a ellos han dejado sin dormir a más de uno durante una fría noche invernal; en el cine hemos tenido apariciones dignas de mencionarse de dichas criaturas, en la saga de “El señor de los anillos” (Peter Jackson, 2001, 2002, 2003) aparecen varias de ellas; los seres de la mitología nórdica denominados trolls aparecen en “Trol: la verdad detrás de la leyenda” (André Øvredal, 2010), incluso el chupacabras tuvo su aparición en “El chupacabras” (Gilberto de Anda, 1996). Pero no sólo las bestias son famosas, también los cazadores de estas, tenemos el famoso caso de Van Helsing, quien tuvo su propia película como personaje con “Van Helsing” (Stephen Sommers, 2004) y apareció dándole cuello al famoso vampiro de los Cárpatos en “Drácula” (Francis Ford Coppola,1992); de la misma forma que lo hace “Solomon Kane” (Michael J. Basset, 2009).
Esta vez toca analizar una película que, debido a la pandemia de Covid, sufrió un retraso importante en su estreno en México, llegando a las salas a principios de Enero de 2021, me refiero a la cinta “El cazador de monstruos” (2018) del director Jordan Downey, quien también tiene en su haber la película (si es que se le puede llamar así) “ThanksKilling” (2009) y “ThanksKilling 3” (2012), cintas que intentan oscilar entre el terror y la comedia, en las que un pavo masacra una serie de jóvenes y marionetas en el Día de Acción de Gracias en los Estados Unidos, nada más irreverente que ver un pavo asesino, aunque este tipo de películas denominadas serie B tienen un público que las aprecia por sus formas mal hechas. Pero esta vez, Downey se intenta poner serio con la cinta de un cazador de bestias, sin embargo, el resultado es vergonzoso por decirlo decorosamente.
La cinta inicia con el cazador (el cual no tiene nombre, sólo sabemos que es el padre de una niña), en un bosque durante el invierno en el que descubre la presencia de un monstruo y le da caza, para después ir a una tienda de campaña para consolar a su hija. El director corta a un tiempo futuro, donde la niña ha muerto por el ataque de un monstruo, ahora, el padre ya tiene una cabaña, en la que guarda las cabezas de dichas criaturas como trofeos de caza, y en la que hace pócimas medicinales con los restos y sangre de sus presas. Desde este momento, los primeros 15 minutos del film, el director nos demuestra la plástica y los tamaños de encuadre que usará para el resto de la cina (salvo contadas ocasiones), por lo general recurre a planos medios o close up, usando el plano general solo como referencia visual de donde se encuentra el protagonista en su entorno; la elección de dichos planos se vuelve cansada, incoherente y confusa por momentos, incluso usa un plano subjetivo dentro del casco del cazador en una secuencia un tanto larga, que desorienta y no ayuda al film, dándole un aspecto más de videojuego que de película. El género en el que se inscribe es en el de terror y fantasía, aunque apuesta más por el primero y el tamaño cerrado de los planos delinea esa idea, cayendo en un abuso de estos, intentando hacer creer que cada plano de la cinta importa por su tamaño; el director en esto se equivoca de forma rotunda, ya que llega el momento en que se pierde la importancia debido al uso recurrente de los close ups o planos detalle, la atención se desvirtúa y se cae en una “predisposición visual”, en donde por el ángulo de la cámara y el tamaño del encuadre “suponemos o sabemos” que va a suceder algo, cuestión que no ayuda al ritmo de la cinta; por lo general las cintas de terror juegan con estos tamaños pero, las cintas que están bien desarrolladas, no abusan de ellos, esto con el fin de generar una cierta tensión que no necesariamente tenga que ser visual, sino también auditiva; y aquí es donde encontramos el otro error de la cinta, el audio (entiéndase como efectos sonoros y música) cae en una repetición idéntica a la visual, un acompañamiento predecible que intenta generar tensión y miedo, lamentablemente lo inverosímil de la historia tira todo a la basura en perfecta coordinación con las malas elecciones del director; de las bestias mejor ni hablamos ya que únicamente vemos las cabezas, en ningún momento se nos presenta el enfrentamiento épico que hará vibrar las butacas del cine, lo único que tuve que enfrentar es el tiempo que dura la cinta.
De las actuaciones hay muy poco que decir, la interpretación de Chrystopher Rygh como “el padre” se limita a unos 8 diálogos con poca o nula importancia, tal vez uno de ellos en los que habla en la tumba de su hija, aunque hubiera quedado mejor un monologo donde aflorara el sentimiento paternal del cazador en torno a su difunta hija; pero a Downey no le importa dar un respiro o un momento dramático a la audiencia, necesita generar tensión a partir de una situación ridícula en la que un tarro que regenera las heridas del cazador rápidamente, cae sobre la cabeza de una de las bestias que acaba de matar, el resto lo podrán imaginar; el final no puede ser mas atropellado y rápido, al igual que la duración de la cinta, 1 hora 15 minutos, imagino al director buscando planos generales para darle esos minutos adicionales para poder exhibirla en los cines.
Tengo la impresión que algunos de los nuevos directores de cine optan por la salida fácil a la hora de escribir, filmar, producir y desarrollar una película, la repetición de una formula hasta el cansancio, el grito fácil, el susto premeditado, el sonido que alarma, se ha perdido la capacidad de generar tensión a través del conjunto que representa una escena; lo peor es que muchas de estas cintas ya parecen ser la nueva plástica que seguiremos viendo en el futuro, una apuesta por hacer películas en las que el espectador no razone ni reflexione, sin tiempo para lagrimas ni descansos, el sobresalto prolongado, como si de una montaña rusa se tratara, con una puesta en escena mediocre y desatinada, actuaciones sin profundidad, tramas repetitivas que huelen a cientos de películas similares, sonidos y música que parecen extraídos de una caja musical que se repiten sin cesar, una dirección que no busca confrontar al espectador a través del plano, del efecto sonoro, de la música, sino que hace todo lo contrario, dar por sentado que quien ve la película necesita ayuda para entenderla, como intentar insertar un instructivo con las indicaciones de cómo ver la cinta. Espero que pronto el cine de terror se vuelva a reivindicar, que los monstruos y terribles criaturas mitológicas que asolaron muchos de los pueblos alrededor del mundo nos vuelvan a espantar, que una vez más las películas de estos seres llenen las pantallas con sus historias y leyendas, que en conjunto con un artista visionario revivan de esos antiguos libros y cuentos donde hacen de las suyas, y que nos asusten una vez más a través de la magia que sólo el cine puede crear.