La cuarta película del director chileno Pablo Larraín nos
sitúa a finales de la década de los ochenta, cuando se dio el famoso plebiscito
del Sí o No a la continuación, o perpetuación, de Augusto Pinochet en la
presidencia de Chile, el dictador ya llevaba 15 años en el poder y se había
vuelto famoso por las números represiones que sus detractores sufrieron, así
como desapariciones y torturas llevadas a cabo por la policía militar de ese
país en contra de quienes pensaban diferente al régimen militar, instaurado
bajo auspicio de los Estados Unidos; estos eventos, que no eran exclusivos de
ese país y que permeaban en prácticamente todos los estados, que se decían
soberanos de Latinoamérica, tuvieron su derrota el 5 de octubre de 1988,
poniendo fin así a un era sangrienta en la historia del lejano país del cono
sur. La cinta tiene como protagonista al actor mexicano Gael García Bernal,
quien da vida a René Saavedra, reconocido publicista chileno hijo de un
exiliado de la dictadura, mismo que tiene por encargo elaborar la campaña para
que la gente elija el “No” para con esto terminar con el gobierno militar, a
sabiendas de lo que pudiera estar en juego dadas las infames represalias que el
sistema tenía contra sus adversarios; René acepta el encargo y junto con un
equipo técnico, diseña una estrategia que a muchos de los simpatizantes del
movimiento que buscaba derrocar a Pinochet, no lograba convencer dada la imagen
alegre que tenía de un país que se incendiaba en sus entrañas, aún cuando los
medios masivos de comunicación dijeran lo contrario, adoptando una postura
oficialista. Así pues, la película gira en torno a la creación de la campaña
que le dio al traste a la sangrienta carrera política de uno de los dictadores
más brutales que ha tenido América Latina, siguiendo paso a paso ambas posturas
publicitarias durante sus presentaciones en televisión, por un lado la
benevolente cara de Pinochet acercándose a los niños y quitándose el uniforme
militar, buscando con esto crear una imagen más apacible y afable que produjera
bienestar entre los votantes; por el otro, René centro su campaña con una
imagen más al estilo pop, mezclando la alegría del cambio con testimonios de
represalias, generando lo que sería a la postre la combinación ganadora, y
demostrándole a muchas otras naciones, que aún teniendo el gobierno coaptado
los medios de comunicación, y teniendo únicamente 15 minutos diarios durante 27
días, se puede derrocar una dictadura como sucedió en Chile.
La trama de la película puede parecer interesante, y lo es,
sin embargo, su realización es lo que falla, la película oscila entre un
thriller político y un documental, sin llegar a concretar ninguna de las dos,
en el primer caso tenemos las situaciones de acecho a domicilio que sufre René,
a quien lo tachan de marxista, recibiendo tretas en contra de la vida de su
hijo, descubriendo autos con personas espiando afuera de su casa, siendo
intimidado por su jefe en la agencia, mismo que confluye, y colabora, con el
gobierno de Pinochet, su equipo creativo tampoco se salva de esta situación ya
que todos, de alguna u otra manera, sienten su integridad física amenazada por
la “GESTAPO” chilena; por el otro lado, el sentido documental intenta ser
impuesto por una cámara al hombro, carente de recursos que se notan de
inmediato, utilizando zooms (acercamientos) rebuscados que hablan más de una
película de menor calidad a lo que se intentaba realizar, añadiendo a esto el
formato de 4:3 que el director eligió para rodar su película, esto tal vez para
compensar el pietaje utilizado, grabado en ese formato por la televisión
chilena durante el periodo que gobernó Pinochet, es posible que varios aboguen
a lo indie del film y que por esta razón la cinta tiene esa estética, sin embargo,
no se puede justificar la calidad con el simple hecho de catalogar así a una
película, hay producciones independientes, con mucho menos presupuesto, que
superan con creces a esta, como la ópera prima de su compatriota chileno,
después naturalizado español, Alejandro Amenábar, “Tesis” en 1996, quien con un
presupuesto pequeño consiguió crear una funcional cinta de suspenso; con la
cinta de Larraín las cosas no salieron como se esperaba, o al menos eso me
pareció a mi, los deslumbramientos constantes de la cámara por el sol nos
hablan de una planeación, sino mala, si ajena a preservar ciertos detalles
estéticos que hubieran hecho más redondo el film, a esto le sumamos un audio
carente de calidad, en el cual las voces se pierden entre el desorden y el ruido
ambiental, obligando a regresar ciertas escenas para poder entender lo que se
está diciendo; la actuación de Gael tampoco es sobresaliente, cumple a medias,
su papel no le exige nada en ningún momento, o así lo hace notar él, el único
momento de tensión que se ve en su rostro es cuando deja a su hijo con su madre
después de recibir algunas amenazas, y aún así, es un rostro que pareciera
replicarse de otros trabajos como “Amores perros” (Alejandro González Iñárritu,
2000), cuando Octavio, interpretado por García Bernal, es abandonado en la
central de autobuses por Susana; las
demás actuaciones, aunque cumplidoras carecen del peso que deberían en
una película que narra uno de los momentos decisivos en la vida democrática de
Chile, y que, lamentablemente, la puesta en escena del director, hace que
pierdan relevancia.
La historia de los países Latinoamericanos sigue
escribiéndose día a día, muchos de ellos siguen con las mismas carencias y
otros las han visto multiplicarse, Chile no se salva a esta realidad y, aunque
es uno de los países con mejor desarrollo del área, se le sigue cuestionando
mucho sus formas de represión contra las manifestaciones sociales, encabezadas
en últimas fechas por jóvenes inconformes con la desmedida alza en el costo de
la educación superior; muchos de los brutales actos cometidos contra la
sociedad se han visto plasmados en documentales, series de televisión o
películas que narran las salvajadas que muchos de estos gobiernos han aplicado
a sus gobernados, lamentablemente muchas de ellas no son de buena manufactura
y, aún contando historias sobresalientes, el resultado no llega a ser el
esperado, quedando únicamente el amargo sabor de boca que deja la ilusión de lo
que parecía iba a ser un buen film, sin embargo, a veces las cosas no salen
como uno espera y, en este caso, la mancuerna Larraín/García Bernal no
consiguen llenar la pantalla de esperanza, haciendo caso omiso a las reglas
básicas de un cine que espera despuntar como es el latinoamericano, cumpliendo
a medias la función de catarsis que una sociedad como la chilena requiere,
viendo caer uno de los llamados caudillos sudamericanos que tanta sangre y
tristeza dejó en aquel país.