Dreamland

Espacio donde gracias a la todapoderosa web me da la oportunidad y posibilidad de compartir con todos aquellos que lleguen a caer en este blog por azares del destino, escritos, fotos, videos y algunas otras cosas que he realizado sólo o en conjunto con otros cuates. Espero que les guste. Saludos

Hasta que la vida nos separe...

Hasta que la vida nos separe...
Todos los días son día de muertos

9 de diciembre de 2013

No, la derrota dictatorial a través de la publicidad.




La cuarta película del director chileno Pablo Larraín nos sitúa a finales de la década de los ochenta, cuando se dio el famoso plebiscito del Sí o No a la continuación, o perpetuación, de Augusto Pinochet en la presidencia de Chile, el dictador ya llevaba 15 años en el poder y se había vuelto famoso por las números represiones que sus detractores sufrieron, así como desapariciones y torturas llevadas a cabo por la policía militar de ese país en contra de quienes pensaban diferente al régimen militar, instaurado bajo auspicio de los Estados Unidos; estos eventos, que no eran exclusivos de ese país y que permeaban en prácticamente todos los estados, que se decían soberanos de Latinoamérica, tuvieron su derrota el 5 de octubre de 1988, poniendo fin así a un era sangrienta en la historia del lejano país del cono sur. La cinta tiene como protagonista al actor mexicano Gael García Bernal, quien da vida a René Saavedra, reconocido publicista chileno hijo de un exiliado de la dictadura, mismo que tiene por encargo elaborar la campaña para que la gente elija el “No” para con esto terminar con el gobierno militar, a sabiendas de lo que pudiera estar en juego dadas las infames represalias que el sistema tenía contra sus adversarios; René acepta el encargo y junto con un equipo técnico, diseña una estrategia que a muchos de los simpatizantes del movimiento que buscaba derrocar a Pinochet, no lograba convencer dada la imagen alegre que tenía de un país que se incendiaba en sus entrañas, aún cuando los medios masivos de comunicación dijeran lo contrario, adoptando una postura oficialista. Así pues, la película gira en torno a la creación de la campaña que le dio al traste a la sangrienta carrera política de uno de los dictadores más brutales que ha tenido América Latina, siguiendo paso a paso ambas posturas publicitarias durante sus presentaciones en televisión, por un lado la benevolente cara de Pinochet acercándose a los niños y quitándose el uniforme militar, buscando con esto crear una imagen más apacible y afable que produjera bienestar entre los votantes; por el otro, René centro su campaña con una imagen más al estilo pop, mezclando la alegría del cambio con testimonios de represalias, generando lo que sería a la postre la combinación ganadora, y demostrándole a muchas otras naciones, que aún teniendo el gobierno coaptado los medios de comunicación, y teniendo únicamente 15 minutos diarios durante 27 días, se puede derrocar una dictadura como sucedió en Chile.
La trama de la película puede parecer interesante, y lo es, sin embargo, su realización es lo que falla, la película oscila entre un thriller político y un documental, sin llegar a concretar ninguna de las dos, en el primer caso tenemos las situaciones de acecho a domicilio que sufre René, a quien lo tachan de marxista, recibiendo tretas en contra de la vida de su hijo, descubriendo autos con personas espiando afuera de su casa, siendo intimidado por su jefe en la agencia, mismo que confluye, y colabora, con el gobierno de Pinochet, su equipo creativo tampoco se salva de esta situación ya que todos, de alguna u otra manera, sienten su integridad física amenazada por la “GESTAPO” chilena; por el otro lado, el sentido documental intenta ser impuesto por una cámara al hombro, carente de recursos que se notan de inmediato, utilizando zooms (acercamientos) rebuscados que hablan más de una película de menor calidad a lo que se intentaba realizar, añadiendo a esto el formato de 4:3 que el director eligió para rodar su película, esto tal vez para compensar el pietaje utilizado, grabado en ese formato por la televisión chilena durante el periodo que gobernó Pinochet, es posible que varios aboguen a lo indie del film y que por esta razón la cinta tiene esa estética, sin embargo, no se puede justificar la calidad con el simple hecho de catalogar así a una película, hay producciones independientes, con mucho menos presupuesto, que superan con creces a esta, como la ópera prima de su compatriota chileno, después naturalizado español, Alejandro Amenábar, “Tesis” en 1996, quien con un presupuesto pequeño consiguió crear una funcional cinta de suspenso; con la cinta de Larraín las cosas no salieron como se esperaba, o al menos eso me pareció a mi, los deslumbramientos constantes de la cámara por el sol nos hablan de una planeación, sino mala, si ajena a preservar ciertos detalles estéticos que hubieran hecho más redondo el film, a esto le sumamos un audio carente de calidad, en el cual las voces se pierden entre el desorden y el ruido ambiental, obligando a regresar ciertas escenas para poder entender lo que se está diciendo; la actuación de Gael tampoco es sobresaliente, cumple a medias, su papel no le exige nada en ningún momento, o así lo hace notar él, el único momento de tensión que se ve en su rostro es cuando deja a su hijo con su madre después de recibir algunas amenazas, y aún así, es un rostro que pareciera replicarse de otros trabajos como “Amores perros” (Alejandro González Iñárritu, 2000), cuando Octavio, interpretado por García Bernal, es abandonado en la central de autobuses por Susana; las  demás actuaciones, aunque cumplidoras carecen del peso que deberían en una película que narra uno de los momentos decisivos en la vida democrática de Chile, y que, lamentablemente, la puesta en escena del director, hace que pierdan relevancia.
La historia de los países Latinoamericanos sigue escribiéndose día a día, muchos de ellos siguen con las mismas carencias y otros las han visto multiplicarse, Chile no se salva a esta realidad y, aunque es uno de los países con mejor desarrollo del área, se le sigue cuestionando mucho sus formas de represión contra las manifestaciones sociales, encabezadas en últimas fechas por jóvenes inconformes con la desmedida alza en el costo de la educación superior; muchos de los brutales actos cometidos contra la sociedad se han visto plasmados en documentales, series de televisión o películas que narran las salvajadas que muchos de estos gobiernos han aplicado a sus gobernados, lamentablemente muchas de ellas no son de buena manufactura y, aún contando historias sobresalientes, el resultado no llega a ser el esperado, quedando únicamente el amargo sabor de boca que deja la ilusión de lo que parecía iba a ser un buen film, sin embargo, a veces las cosas no salen como uno espera y, en este caso, la mancuerna Larraín/García Bernal no consiguen llenar la pantalla de esperanza, haciendo caso omiso a las reglas básicas de un cine que espera despuntar como es el latinoamericano, cumpliendo a medias la función de catarsis que una sociedad como la chilena requiere, viendo caer uno de los llamados caudillos sudamericanos que tanta sangre y tristeza dejó en aquel país.


s apacible iforme militar, buscando con esto crear una imagen mll movimiento que buscaba derrocar a Pinochetque el sistema tenpa




28 de noviembre de 2013

El abogado del crimen, la frontera entre el dinero y la maldad.



La relación entre México y los Estados Unidos de América ha ido tomando matices muy oscuros y violentos, mientras los senadores, diputados y gente en el poder del primer país se empeñan en hablar de la “relación bilateral”, la camaradería que existe, el potencial desarrollo económico que México tiene a razón de vivir junto al país más poderoso del mundo, la “hermandad” entre ambas naciones, la conjunta lucha contra el crimen organizado que se tiene en ambos lados de la frontera y demás frases que intentan enaltecer a los trajeados hombres que deciden por millones, esto dista mucho de la realidad que ambos países viven, por un lado tenemos un país con una infinidad de carencias, no sólo económicas, sino lo que es peor aún, de valores y ética, que se ven acentuados en la juventud carente de oportunidades de trabajo, que tiene que recurrir al narco para poder amasar grandes fortunas y de paso llenar sus manos de sangre,  más al norte tenemos el trasnoche total, el descarrilamiento de la juventud en pos de la experimentación, en busca del triunfo, del sueño americano, del dinero, de las drogas, duras, blandas, acuosas, inocuas, como las fabriquen hay que probarlas alguna vez en la vida; estos cimientos que comenzaron a construirse décadas atrás, que nos hablan más de una relación proveedor/consumidor de estupefacientes y cualquier cosa que desparrame el cerebro, son los que, cruentamente, estamos viviendo, de este lado de la frontera mucho más salvajes y sangrientos, mientras que al otro lado la apacibilidad se ve trastocada por la brutal inserción de los carteles con sus siniestras intenciones. El cine no se ha alejado de esta realidad, y cada día se suman más directores a unirse a esta “protesta” que pareciera servir de nada ante la avasallante dimensión del problema que es el narcotráfico, suma de los factores más atractivos para muchos de los seres humanos como es el dinero y el poder, el sueño americano conoce a Pancho Villa, o viceversa, y en esta espiral decadente, Ridley Scott nos presente una postura sumamente desgarradora, situada en ambos lados de la frontera pero haciendo especial énfasis en la toma de decisiones, como la que alguien de la noche a la mañana se quiere volver millonario.
“El abogado del crimen” (Ridely Scott, 2013) nos sitúa en una ciudad norteamericana como muchas otras que están cerca de la frontera sur, aquí el nombre no es lo importante sino la ubicación, y lo atractivo o peligroso que podría resultar vivir en una franja fronteriza como esta, en esta ciudad conocemos a la pareja encarnada por Michael Fassbender como el abogado y Penélope Cruz como Laura, ambos viven un tórrido romance, que esta por culminar en la propuesta de matrimonio que el abogado hace minutos después de iniciado el film, con un gran diamante incrustado en un anillo que haría las delicias de cualquier dama; conocemos también a Reiner, interpretado por Javier Bardem, y Malkina, concubina de este y llevada a la pantalla grande por Cameron Diaz, Reiner y Malkina llevan una vida excéntrica, llena de excesos, tienen una pareja de leopardos los cuales sacan a cazar a los grandes desiertos de Arizona para después hacer fiestas plagadas de bellas y esculturales mujeres, una pareja moderna dirían muchos, o una disfuncional y despedazada pensarían otros; Reiner tiene negocios turbios, en los cuales quiere participar el abogado, aún con las advertencias de rigor este accede a entrar en el juego de dinero y poder, para esto conoce a Westray, interpretado por Brad Pitt, una especie de intermediario entre los malos (narcos) y los buenos (dinero fresco), el cual sigue haciendo recomendaciones al abogado sobre lo peligroso que puede resultar un negocio de tal naturaleza. Como es de imaginarse en este tipo de films, las cosas no salen bien, todo y todos tienen escrita su lapida desde antes de que inicie la película, la cuestión es el tiempo que cada uno dure vivo mientras la muerte llega, y no porque sea una epifanía de la cinta, sino por la dinámica del negocio al que pertenecen, que puede hacer rico a un hombre en cuestión de horas, pero que también puede hacer que pierda todo en ese mismo instante, y es aquí donde la mano maestra de Scott interviene, presentándonos una brutal situación que va empañándose conforme los personajes de su película van tomando decisiones, siguiendo esa espiral descendente que mencioné y que no tiene fondo, más si forma, y que no es más que el salvaje despliegue de recursos para poder darle su escarmiento a alguien que se quiere pasar de listo con el cartel.
Mi primera impresión al ver el film fue el recordar, hasta cierto punto, las películas de Oliver Stone, sobre todo la última que hizo (Salvajes, 2012), en esta moda de sacar películas relacionadas con el narcotráfico, sin embargo, en mi particular punto de vista, la de Stone dista mucho de la calidad y contundencia de la cinta de Scott, que pone muy en claro su postura neutral, su punto de vista amargo y desalentador de lo que es ese oscuro negocio, de la ambición, la codicia y la búsqueda del poder aún cuando no se sepa lo que esta en juego, un mundo en el que las decisiones crean diversos escenarios, algunos de ellos muy prometedores y ensoñadores, y otros sumamente violentos y catastróficos; la película cuenta con grandes actuaciones como la desgarradora interpretación de Fassbender, sobre todo en el último tercio de la historia, la parte “cómica” desarrollada por Javier Bardem, con un personaje exótico sumamente indeciso, un Brad Pitt conocedor del gran riesgo del negocio, pero también sabedor de lo redituable que puede ser, con el gran defecto de ser un mujeriego, y la gran actuación de Cameron Diaz, como nunca la había visto, una villana sin concesiones, una mujer que busca únicamente su beneficio, una gringa excéntrica que ha probado de todo y quiere seguir haciéndolo, todo en gran harmonía con la música de Daniel Pemberton y la fotografía de Dariusz Wolski. De esta manera la cinta nos sitúa en un mundo lleno de banalidad y superficialidad, entre dos países “hermanos”, uno sangrando al otro, entre dos realidades que se opone una a otra pero que se complementan, una violenta y otra ensoñadora, tomando lugar en la franja fronteriza más transitada del mundo, donde día a día, miles, millones de destinos cruzan buscando un mejor mañana, buscando tomar la decisión perfecta que los lleve a cumplir el sueño americano de dinero y poder, aún cuando sepan que, cuando hay droga de por medio, todo lo que más quieren los pueden perder.



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10 de noviembre de 2013

Opinión Distópica. Gravedad, la ansiedad como elemento narrativo.


El género de la ciencia ficción se ha visto revitalizado en los últimos años, y algo que ha detonado esto es el uso de las animaciones CGI, así como la llamada pantalla verde, estos recursos son usados por las obvias complejidades, no se digan monetarias sino técnicas, al más alto nivel científico, por lo que supone la imposibilidad de grabar en otro planeta con un equipo de producción decente; sin embargo, muchos cineastas se las han ingeniado para sortear este tipo de dificultades, y parece estar en voga el que, desarrolladores que nunca habían tenido un acercamiento con este género, comenzaran a experimentar con los nuevos avances que la tecnología pone al alcance de los grandes estudios (y presupuestos), esta vez tocó el turno a uno de los mexicanos que ha venido despuntando en el cine norteamericano con su película “Los hijos del hombre” (2006) y que en México se le conoce por su odisea juvenil, “Y tu mamá también” (2001), me refiero a Alfonso Cuarón con su nueva película “Gravedad” (2013), quienle entra con todo al genero con una aventura espacial llena de adrenalina y nerviosismo, contando con dos actores con una carrera más que asentada en Hollywood como George Clooney y Sandra Bullock (el primero con una carrera más estable y notoria), y sumándose a la moda del 3D.
Gravedad nos sitúa de inicio en una misión espacial a cargo de la NASA, agencia norteamericana encargada de la exploración espacial, que en este caso supervisa el mantenimiento a uno de los satélites estadounidenses; pocos minutos después de iniciada la cinta se viene la primera marejada de adrenalina, los encargados de la misión en el espacio se enteran de que los rusos destruyeron uno de sus satélites y que los restos de este se encuentran orbitando a gran velocidad, por lo que la agencia espacial sugiere que hagan lo necesario para evadir el impacto; la advertencia llega demasiado tarde y los restos del artefacto soviético impactan con el transbordador espacial matando a todos sus tripulantes, dejando en medio de la orbita terrestre en la que hacen su traslación los satélites,  a la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) y al científico Matt Kowalski (George Clooney), quien dentro del film ya ha hecho varios viajes y cuenta con mayor experiencia que la novata doctora. Los problemas de ambos personajes se agravan conforme transcurre la película, la cual se torna en una vorágine de situaciones limite, vivimos en carne propia la desesperante situación de Stone, todo gracias a la excelente mano de Lubeski, quien consigue recrear de manera excelsa la claustrofóbica situación en la que se encuentra la doctora norteamericana, sensación que se potencializa con el uso del 3D, el cual es administrado de tal forma que su culminación resulta en una excelente y lacrimógena escena, en la que la citada doctora, se da cuenta de la complicadísima situación en la que está, sus opciones se reducen a buscar una forma de llegar a la tierra o perderse, y morir en el espacio. El sonido también ayuda a magnificar la desesperante atmosfera que se respira a través del casco de la protagonista del film, somos testigos de sus más perversos alucines mientras intenta deducir cómo diablos regresar a la tierra; las actuaciones son buenas, aunque tampoco merecen la codiciada estatuilla dorada otorgada por la academia estadounidense, lo atractivo de la cinta y lo que la hace funcional, es su apuesta narrativa, más apegada a la parte visual, que consigue generar la sensación de vértigo con la fotografía y el buen uso del 3D en una situación fuera de control en un ambiente sumamente hostil.

El cine de Cuarón ha ido de menos a más, sus propuestas fílmicas así lo constatan, el trabajo que ha tenido con Emanuel Lubezki ha exigido que ambos despunten como dupla fílmica, lo logrado con “Los hijos del hombre” (2006) sobresale por sus bien logrados planos secuencia de un mundo post apocalíptico donde una mujer lleva en su vientre el tesoro más preciado de la humanidad; en esta ocasión nos brindan una  estrepidante película, que si bien carece de contar con una buena historia, nos lleva por una espiral descendente con gran ritmo, manteniéndonos al filo de la butaca durante buena parte del film, recreándonos con gran acierto una situación limite en el espacio exterior, donde lo idílico del paisaje terrestre, se torna en la peor de las pesadillas para cualquier ser humano, como despertar en medio de un desierto sin nada más que un pantalón y una camisa, en donde las únicas opciones son vivir o morir en un vasto y silencioso valle de olvido y redención.






3 de septiembre de 2013

Colorido nacional


El inicio de un mes patriótico, plagado de incongruencia y pocas ganas de festejar,

8 de marzo de 2013

The master, el cambiante oficio de la charlatanería para dilucidar la naturaleza humana.





Paul Thomas Anderson se ha caracterizado por ser un director que trabaja en proyectos muy concienzudamente, su carrera en Hollywood inicia a mediados de la década de los noventa con “Hard eight, Sydney” (1996) pero fue “Booggie nights” (1997) la cinta que lo catapulto al estrellato por contar la torcida historia del sexual mundo de la pornografía en la década de los setenta, su tercera película fue “Magnolia” (1999), es en este punto que su obra se vuelve más pensada, esto se nota en los intervalos de tiempo que existe entre una y otra película que ha desarrollado desde entonces, este tercer trabajo vino acompañado de una estrella de Hollywood en ascenso como Tom Cruise, quien participó junto con otros actores que buscaban su lugar en la llamada meca del cine como Julianne Moore, William Macy, John C. Reilly (estos tres primeros repiten con Anderson ya que habían aparecido en “Boogie nights”), Philip Seymour Hoffman, entre otros, en una película de gran calado que entrega actuaciones soberbias de la mayoría de los actores involucrados, una obra que retrata muy bien los males que padece la sociedad norteamericana en cuanto a sus aspiraciones y al famoso sueño americano, que en estos personajes, no termina por cumplirse; su siguiente trabajo viene tres años después con “Embriagado de amor” (2003) en la cual rescata al comediante Adam Sandler cuya carrera actoral no había destacado por los dramas hasta este film, y a Drew Barrymore, quien se hiciera famosa por sus incursiones en “E. T. el extraterrestre” y “Cat´s eye”, así como por sus adicciones que la pusieron en el ojo del huracán durante algún tiempo en la malévola industria del chisme hollywodense; el film que antecede al que da origen a esta reseña también se puede considerar de excelsa manufactura en todos los sentidos, actuación, música, imagen, me refiero a “Petroleo sangriento” (2007) con la portentosa actuación de uno de los mejores actores que actualmente trabajan en grandes obras como lo es Daniel Day Lewis, quien ha sido dirigido por grandes maestros del cine y la industria como Martin Scorsese (Pandillas de Nueva York, ) y Steven Spielberg (Lincoln, 2012), la quinta cinta de Anderson cuenta la época en la que se iniciaron las exploraciones petrolíferas  a cargo de varias familias del sur de los Estados Unidos y como esto se volvió un negocio inmediato; son apenas 6 películas en poco más de 17 años de carrera para este gran director angelino que arroja un promedio de una película casi cada tres años, en una obra que ha ido de menos a más, en la que uno podría pensar cualquier cosa menos que se trata de un hombre de apenas 43 años de edad, muchos directores con más veteranía quisieran tener en su palmarés parte de la obra de este singular realizador que podemos considerarlo como uno de los mejores de su generación.
“The master” fue estrenada el primer mes del año pasado en los Estados Unidos, lamentablemente a México llego un año después, y al parecer el suministro de copias a nivel  nacional hizo que la película llegará a algunas ciudades del interior a finales de febrero, permaneciendo en cartelera apenas un par de semanas, pero dejando a un lado las inconveniencias geográficas de vivir en provincia en un país con una gigantesca urbe centralista, entraré de lleno al tema de la película. La historia cuenta parte de la vida adulta de Freddie Quell, interpretado magistralmente por Joaquin Phoenix, personaje que padece una especie de psicosis y retraso (conforme nos adentramos en la película nos enteramos que su madre ha estado internada en un hospital psiquiátrico), al inicio lo vemos disfrutar el sol junto con otro grupo de jóvenes soldados en una playa, sus arranques enfermos se hacen notar desde este momento cuando se da cuenta que sus compañeros están elaborando una mujer desnuda de arena, al ver esto, el desquiciado Freddie se abalanza sobre la efigie simulando tener relaciones sexuales con ella ante la mirada atónita y de sorpresa de los demás, es desde este momento que Anderson nos comienza a delinear la naturaleza de este personaje, arrojado, sin escrúpulos, explosivo y carente de valores o moral; después de esta sexualmente enfermiza presentación, Freddie es interrogado por un oficial del ejercito con el propósito de saber que “tan dañado” pudo haber quedado después de la guerra, una vez más la naturaleza perversa y trasnochada de Quell vuelven a salir a la luz, esta vez a través de las imágenes del test de Roscharch, consistente en mostrar laminas con distintas manchas de tinta y que sirven para evaluar la personalidad de un individuo, en este caso todas las relaciona con penes y vaginas lo que deja asombrado al oficial que aplica dicho test. Hasta este momento sólo hemos podido ver la vida que el personaje principal lleva en torno a la milicia, sin embargo, Anderson ya nos ha dicho mucho de él, y es a raíz de esto que todo lo subsecuente que veamos no nos asombrará en lo absoluto ya que conocemos de ante mano la naturaleza animal que lo domina, esto puede sonar fácil de hacer pero requiere de gran maestría, en muchos films este tipo de rasgos los vemos a la mitad o cerca del final de un film, muchas veces esto nos desconcierta, en este caso es todo lo contrario, el personaje se nos presenta con absoluta franqueza desde el primer minuto de película, y no va a mayor, sino que la perseverancia en su locura se mantiene estática, no por eso la hace menos violenta o desgarradora, todo lo contrario, y es que los esfuerzos de Freddie por cambiar parecen caer en el vacío, es aquí donde entra Lancaster Dodd, interpretado igualmente de forma magistral por el gran actor Philip Seymour Hoffman, una especie de pregonero místico que anda por los Estados Unidos hablando sobre métodos alternativos a la hipnosis y psicología para poder conocer tanto vidas pasadas como secretos de la humanidad y que a la postre pueden servir para curar alguna aflicción, incluso enfermedades como algunos tipos de cáncer, una especie de Jodorowsky con su psicomagia viajando en caravanas de fieles devotos, un charlatán que se obsesiona con Freddie desde el momento en que lo ve y a quien intenta ayudar a través de su método, sin embargo, conforme transcurre el film, el “maestro” Dodd se da cuenta que todo lo que había escrito es prácticamente inservible, esto a raíz de conocer al dañado Freddie quien a pesar de los escuerzos sigue con esa naturaleza de caballo desbocado, aún cuando Dodd comienza a caer en contradicciones con su método, mismas que son perceptibles por parte de sus seguidores, él sigue fiel a la idea de poder cambiar a su desamparado inquilino, el cual a la postre pareciera ser una proyección de sus miedos o intentos infructíferos de éxito; esta especie de alianza se ve recurrentemente entorpecida por los arranques violentos que tiene Freddie, llevando a ambos a conocer una celda en donde tienen una acalorada conversación, a la confesión de un antiguo amor que el personaje principal tuvo antes de ir a la guerra, un amor virginal con una joven de 16 años a la que Freddy ni siquiera podía ver a los ojos, como si toda la culpa y vergüenza que carga en su conciencia fuera a transmitirse por la mirada, una especie de relación que exculparía al protagonista de  todos sus pecados pero que lamentablemente nunca se podrá concretar; esta serie de eventos hacen que su voluntad vaya flaqueando conforme transcurre el film, el supuesto doctor cada vez más adopta el carácter de lastre para él, aún cuando existe un evidente lazo que los une por encima de la naturaleza indómita de ambos, uno en lo enfermizo de sus actos y el otro en sus métodos poco ortodoxos, uno buscando férreamente controlar sus demonios internos y el otro con la fuerte necesidad de legitimarse a través de su discurso, en una amistad que nació para distanciarse.
La parte técnica del film es de excelente manufactura, la fotografía a cargo de Mihai Malaimare Jr., quien también hizo lo propio en “Tetro” de Coppola, es hermosa, los paisajistas planos abiertos son un deleite visual, la secuencia de la huida de la granja así como la que corresponde a la motocicleta son muy agradables a la vista, además de sumergirnos en el eterno escape que Freddie tiene consigo mismo y su realidad, también es de destacar el manejo en el uso del foco, desenfocando objetos o rostros y volviéndolos a enfocar, como adentrándonos en la confusa mente del protagonista, los recurrentes primeros planos nos muestran a un Joaquin Phoenix ensombrecido y demacrado, y a un Hoffman en busca de respuestas basadas en una guía que ni siquiera el puede entender; la parte musical corre a cargo de Jonny Greenwood y su función cumple los requerimientos de la cinta, dejando el rol más importante a los actores y entrando en los momentos álgidos del film, también hace uso de canciones que ayudan a matizar todo el cúmulo de sensaciones que nos produce ver al voluble Freddie, estas corren a cargo de grandes interpretes como Ella Fitzgerald o Madisen Beaty; la parte actoral es lo que más sobresale del film, ver a Joaquin Phoenix en este papel es sumamente desgarrador, sobre todo después de que el actor tuviera una serie de deslices personales, pareciera que este personaje le cayó como anillo al dedo, su constante risa enloquecida pareciera provenir de la entrañas del mismo infierno, y su mirada perdida parece deambular entre lo real y lo irracional, su flacura viene a reforzar todo el semblante de locura, el vestuario elegido para él queda a la perfección mostrándonos esa reducción física con un espíritu implacable; por el otro lado tenemos a Philip Seymour Hoffman que, como ya viene siendo costumbre suya, desempeña sus papeles con soltura y sobriedad, en este caso se mantiene siempre como un hombre que aparenta ser un erudito, sin embargo, el fango que cubre sus mentiras se comienza a resbalar conforme la tormenta de Freddie se desata sobre él, dejándonos ver al verdadero personaje, un hombre cuyas ideas cambian conforme sus errores son expuestos por un sujeto que no tiene remedio, un seudocientífico que ve mermados sus deseos por la imposibilidad de adentrarse en la psique de su pupilo y que va perdiendo los estribos con sus seguidores, contestándoles con diatribas que lo único que hacen es poner de manifiesto la incapacidad de su ingenio.
En lo personal creo que “The master” es la película más floja de Paul Thomas Anderson, pero no por eso deja de ser buena, tal vez no sea una película redonda pero el simple hecho de ver tan magistrales actuaciones hace que valga la pena la ida al cine, las nominaciones de ambos en varias premiaciones como los Oscar, los BAFTA, los Globos de Oro o en el festival de cine de Venecia, da cuenta del gran trabajo desplegado en la pantalla de la mano de un director que ha madurado y ha apostado por un cine que tiende a ser difícil de ver por lo complejo de sus personajes, con historias que han recorrido el tiempo (los setenta con “Boogie nights”, los cuarenta y cincuenta con “The master”, o en los albores del siglo XX con “Petróleo sangriento”), que han recorrido actores con grandes interpretaciones, un director que no busca polemizar, sino adentrarse en las torcidas mentes de los que han y habitamos este planeta, lugar que parece querer escupirnos al espacio para librarse de nosotros, porque gracias a nuestros actos hemos logrado crear y destruir, avanzar y retroceder, buscando una suerte de bienestar, aún cuando estemos plagados de contradicciones y quisiéramos aferrarnos a algo o a alguien pareciera haber mentes indomables, hombres que nacieron para ser salvajes, regidos por sus impulsos y su naturaleza indómita, hombres que no necesitan ayuda, hombres a los que Anderson los cataloga como “The master”, porque ellos son los verdaderos maestros.este caso es todo lo contrario, el personaje se nos presenta con absoluta franqueza desde el primer minuto de  desconcierta, en