La relación entre México y los Estados Unidos de América ha
ido tomando matices muy oscuros y violentos, mientras los senadores, diputados
y gente en el poder del primer país se empeñan en hablar de la “relación
bilateral”, la camaradería que existe, el potencial desarrollo económico que
México tiene a razón de vivir junto al país más poderoso del mundo, la
“hermandad” entre ambas naciones, la conjunta lucha contra el crimen organizado
que se tiene en ambos lados de la frontera y demás frases que intentan
enaltecer a los trajeados hombres que deciden por millones, esto dista mucho de
la realidad que ambos países viven, por un lado tenemos un país con una infinidad
de carencias, no sólo económicas, sino lo que es peor aún, de valores y ética,
que se ven acentuados en la juventud carente de oportunidades de trabajo, que
tiene que recurrir al narco para poder amasar grandes fortunas y de paso llenar
sus manos de sangre, más al norte
tenemos el trasnoche total, el descarrilamiento de la juventud en pos de la
experimentación, en busca del triunfo, del sueño americano, del dinero, de las
drogas, duras, blandas, acuosas, inocuas, como las fabriquen hay que probarlas
alguna vez en la vida; estos cimientos que comenzaron a construirse décadas
atrás, que nos hablan más de una relación proveedor/consumidor de
estupefacientes y cualquier cosa que desparrame el cerebro, son los que,
cruentamente, estamos viviendo, de este lado de la frontera mucho más salvajes
y sangrientos, mientras que al otro lado la apacibilidad se ve trastocada por
la brutal inserción de los carteles con sus siniestras intenciones. El cine no
se ha alejado de esta realidad, y cada día se suman más directores a unirse a
esta “protesta” que pareciera servir de nada ante la avasallante dimensión del
problema que es el narcotráfico, suma de los factores más atractivos para
muchos de los seres humanos como es el dinero y el poder, el sueño americano
conoce a Pancho Villa, o viceversa, y en esta espiral decadente, Ridley Scott
nos presente una postura sumamente desgarradora, situada en ambos lados de la
frontera pero haciendo especial énfasis en la toma de decisiones, como la que
alguien de la noche a la mañana se quiere volver millonario.
“El abogado del crimen” (Ridely Scott, 2013) nos sitúa en una
ciudad norteamericana como muchas otras que están cerca de la frontera sur,
aquí el nombre no es lo importante sino la ubicación, y lo atractivo o
peligroso que podría resultar vivir en una franja fronteriza como esta, en esta
ciudad conocemos a la pareja encarnada por Michael Fassbender como el abogado y
Penélope Cruz como Laura, ambos viven un tórrido romance, que esta por culminar
en la propuesta de matrimonio que el abogado hace minutos después de iniciado
el film, con un gran diamante incrustado en un anillo que haría las delicias de
cualquier dama; conocemos también a Reiner, interpretado por Javier Bardem, y
Malkina, concubina de este y llevada a la pantalla grande por Cameron Diaz,
Reiner y Malkina llevan una vida excéntrica, llena de excesos, tienen una
pareja de leopardos los cuales sacan a cazar a los grandes desiertos de Arizona
para después hacer fiestas plagadas de bellas y esculturales mujeres, una
pareja moderna dirían muchos, o una disfuncional y despedazada pensarían otros;
Reiner tiene negocios turbios, en los cuales quiere participar el abogado, aún
con las advertencias de rigor este accede a entrar en el juego de dinero y
poder, para esto conoce a Westray, interpretado por Brad Pitt, una especie de
intermediario entre los malos (narcos) y los buenos (dinero fresco), el cual
sigue haciendo recomendaciones al abogado sobre lo peligroso que puede resultar
un negocio de tal naturaleza. Como es de imaginarse en este tipo de films, las
cosas no salen bien, todo y todos tienen escrita su lapida desde antes de que
inicie la película, la cuestión es el tiempo que cada uno dure vivo mientras la
muerte llega, y no porque sea una epifanía de la cinta, sino por la dinámica
del negocio al que pertenecen, que puede hacer rico a un hombre en cuestión de
horas, pero que también puede hacer que pierda todo en ese mismo instante, y es
aquí donde la mano maestra de Scott interviene, presentándonos una brutal
situación que va empañándose conforme los personajes de su película van tomando
decisiones, siguiendo esa espiral descendente que mencioné y que no tiene
fondo, más si forma, y que no es más que el salvaje despliegue de recursos para
poder darle su escarmiento a alguien que se quiere pasar de listo con el
cartel.
Mi primera impresión al ver el film fue el recordar, hasta
cierto punto, las películas de Oliver Stone, sobre todo la última que hizo
(Salvajes, 2012), en esta moda de sacar películas relacionadas con el narcotráfico,
sin embargo, en mi particular punto de vista, la de Stone dista mucho de la
calidad y contundencia de la cinta de Scott, que pone muy en claro su postura
neutral, su punto de vista amargo y desalentador de lo que es ese oscuro
negocio, de la ambición, la codicia y la búsqueda del poder aún cuando no se
sepa lo que esta en juego, un mundo en el que las decisiones crean diversos
escenarios, algunos de ellos muy prometedores y ensoñadores, y otros sumamente
violentos y catastróficos; la película cuenta con grandes actuaciones como la
desgarradora interpretación de Fassbender, sobre todo en el último tercio de la
historia, la parte “cómica” desarrollada por Javier Bardem, con un personaje
exótico sumamente indeciso, un Brad Pitt conocedor del gran riesgo del negocio,
pero también sabedor de lo redituable que puede ser, con el gran defecto de ser
un mujeriego, y la gran actuación de Cameron Diaz, como nunca la había visto,
una villana sin concesiones, una mujer que busca únicamente su beneficio, una
gringa excéntrica que ha probado de todo y quiere seguir haciéndolo, todo en
gran harmonía con la música de Daniel Pemberton y la fotografía de Dariusz
Wolski. De esta manera la cinta nos sitúa en un mundo lleno de banalidad y
superficialidad, entre dos países “hermanos”, uno sangrando al otro, entre dos
realidades que se opone una a otra pero que se complementan, una violenta y
otra ensoñadora, tomando lugar en la franja fronteriza más transitada del
mundo, donde día a día, miles, millones de destinos cruzan buscando un mejor
mañana, buscando tomar la decisión perfecta que los lleve a cumplir el sueño
americano de dinero y poder, aún cuando sepan que, cuando hay droga de por
medio, todo lo que más quieren los pueden perder.