La ópera prima del director Alex Garlant, quien estuvo
nominado este 2015 al Oscar por mejor guión, nos sitúa en un futuro al parecer
no tan lejano, en el que la tecnología domine la vida del individuo, lo
desmemorice de lo que es en esencia, el desligue completo de la realidad que
sufre Caleb, interpretado por Domhnall Gleeson, para vivir (sufrir) otra realidad más
perversa a través de su empleador Nathan, llevado al cine por el actor Oscar
Isaac, un magnate de la tecnología, creador del buscador en internet más usado,
y que se encuentra en el proceso de pruebas de uno de los primeros modelos de
una humanoide controlada por una inteligencia artificial, producto de la
gigantesca base de datos que le da el buscador del que es propietario, proporcionándole
la información personal de cada una de las personas que lo utilizan, y con esto
desarrollar el cerebro de Ava, interpretada por Alicia Vikander, quien da
“vida” a una robot con el rostro y cuerpo de una mujer, la cual debe mantener
una serie de sesiones con Caleb; para atenuar esta nueva realidad a la que se
enfrentará, Nathan cuenta con una lujosa mansión cerca de una enorme y hermosa
cascada, el interior de la residencia esta sellado por puertas controladas por
una tarjeta personal, con lo que el millonario controla los sitios a los que
Caleb tiene acceso, desarrollando en él la sensación de encierro, de extrañeza
y confusión que aumentan exponencialmente conforme se van dando las sesiones, y
la relación entre hombre y maquina se comienza a distorsionar. La película fue
merecedora del Oscar por sus efectos visuales con la creación de Ava, que con
la personalidad de Lolita que le confiere Vikander, logra captar la atención
del espectador en el bello rostro y los sutiles movimientos de la actriz,
olvidando por un segundo que es un robot con secciones del cuerpo, como las
manos, donde es posible ver los cables con los que esta diseñada. La fotografía
cumple con su cometido, aunque el trabajo de Rob Hardy tampoco sobresale tanto
en ese sentido, las actuaciones son buenas sin llegar a ser sobresalientes
(curiosamente este mismo año Alicia Vikander ganó el Oscar por mejor actriz de
reparto con su papel en “La chica danesa” de Tom Hooper), la música tampoco
juega un gran papel, Alex Garlant opta por crear la atmosfera con efectos
sonoros como el sonido de la casada, o los chasquidos que emite Ava cuando se
mueve; con esto no quiero decir que la película es mala, todo lo contrario, la
cinta es muy buena, pero creo que esa sensación la deja el film en su
totalidad, no por méritos particulares, más que con la parte visual que deja
ver los pasos agigantados que sigue dando el cine en ese aspecto.
La evolución de las maquinas siempre ha producido temor en el
hombre, el control de uno sobre otro va en aumento conforme dependemos cada vez
más de ellas para nuestro quehacer habitual, las redes sociales han creado la
sensación de estrechez, de cercanía, sin embargo, lo único a lo que han
contribuido es al desapego de las personas por la interacción personal, se
vuelve cada vez más común ver grupos de personas pegadas al celular que
platicando unos con otros, no deja de asombrar que alguien puede estar
intercambiando mensajes con una persona que viva al otro lado del mundo, pero el estar
cerca de otra persona, poder estrechar su mano, darle una palmada en el hombro,
se va desvaneciendo conforme estas tecnologías ganan lugar en la vida de una
persona; esta idea de nuestro futuro cercano es en la que nos sitúa Alex
Garlant, un futuro sin escrúpulos, rodeado y amado por la tecnología, admirado
y deseado por la misma, dejando siempre la sensación de la amenaza que
representa, aunque llenando un vacío de forma desconcertante, desequilibrante,
en un lugar maravilloso creado por la naturaleza que se contrapone a la mansión
repleta de toda la carga tecnológica desarrollada por el hombre, donde un hombre intentar crear vida e
inteligencia, y otro intenta llenar un
vacío a través del inicio de una enfermiza relación.