La película de Michael Powell, basada en una historia
original de Leo Marks, fue muy criticada al momento de su estreno (1960), los
prejuicios que existían en aquel entonces hicieron que no le fuera muy bien a
la película con la prensa especializada, aún cuando tuvo muy buena recepción
con el público. Su historia puede no resultar novedosa hoy en día, sin embargo
al momento de su salida el cine comenzaba a experimentar su narrativa visual y
su puesta en escena, elementos que en combinación podían crear piezas
cinematográficas maravillosas como Psicósis (1960) de Alfred Hitchcock, El
ángel exterminador (1961) de Luis Buñuel o Jobimbo (1961) de Akira Kurosawa,
por poner ejemplos de películas que tuvieron estrenos casi simultáneos en
diferentes latitudes (Europa, Estados Unidos, México y Japón); la premisa en la
que se basa esta película es la de un asesino serial que graba sus actos, lo curioso,
y a diferencia de muchas películas en las que el chiste es descubrir quien
comete esos crímenes, es que en esta se nos presenta al asesino después de la
secuencia inicial, que es un asesinato contado de manera por demás prodigiosa
(la mayor parte lo vemos a través de la cámara que el matón esconde entre sus
ropas, lo que nos provoca cierta claustrofobia y temor por lo que sucederá); el
ejecutor, de nombre Mark Lewis interpretado curiosamente por el alemán Karl
Böhm, y menciono curioso porque la película es de factura británica y era usual
que los papeles principales se lo dieran a actores ingleses, pero dejando esto
a un lado y regresando al personaje principal,
a quien vemos en la siguiente escena en la que, mientras forenses y
policías acordonan la escena del crimen, Mark esta filmándolos, identificándose
como reportero de un rotativo inglés, es
en este momento que descubrimos que el rollo del film no va en el sentido que
circunda al misterio de la identidad, sino en la naturaleza de los actos del protagonista, el
por qué de estos. Esto nos va a llevar a conocer los profundos enredos mentales
que tiene Mark a raíz de los experimentos que su padre hacia con él cuando este
apenas era un niño; estas relaciones freudianas no son pura causalidad ya que
el director, antes de hacer está película, quería grabar una cinta que hablara
del maestro del psicoanálisis, sin embargo, cuando se enteró que John Huston
filmaría una película sobre este personaje y que lleva por título su apellido
(Freud), estrenada en el año de 1962, Powell
tuvo que declinar hacerla, aún cuando no la hizo , muchas de las
características, que son primicia en el análisis freudiano (la infancia y la
relación con los padres), las vemos reflejadas en el film; la relación de Mark
con su padre es la que da al traste a la personalidad del personaje quien en
todo momento durante el film, se refiere a su papá como un científico, lo
aterrador es cuando vemos la naturaleza de sus experimentos, que podría definir
como la grabación y el reconocimiento del rostro del temor (el padre solía
asustar a su hijo mientras lo grababa con una cámara que tiene colocada un espejo,
con el fin de que su hijo viera su cara de susto al mismo tiempo que era
filmado), estos miedos llevan al protagonista a cometer sus atrocidades en un
crescendo mortal que cierra de forma majestuosa Powell, tras una larga búsqueda
de redención por parte del personaje principal.
El desarrollo de la historia es muy bueno y el ritmo también,
en todo momento te mantiene pegado al sillón esperando lo que está por venir,
su duración de 96 minutos ayuda a esto también, el personaje principal esta
bien delineado, en todo momento nos queda claro su obsesión por la filmación,
trabajando como camarógrafo durante el rodaje de una película (una especie de
burla a la forma en la que se hacia el cine inglés contemporáneo), la co
protagonista del film, interpretada por Anna Massey quien da vida a la
inocente Helen Stephens, es la causante de la ruptura de Mark a quien
en el film conoce cuando festejaba su cumpleaños número 20; la madre de esta,
la señora Stephens, interpretada por Maxine Audley, una cincuentona mujer ciega
que padece de alcoholismo, tiene una intervención menor durante el film, sin
embargo su cierre resulta desequilibrante para el abrumado Mark. La fotografía
es bella, la iluminación resalta bastante sobre todo en espacios cerrados y
oscuros como el cuarto de revelado que tiene Mark, así como la sala de
proyección contigua donde se la pasa viendo sus andanzas en su sicótico y
torcido entorno mortal; las partes donde nos metemos de lleno a su locura son
filmadas con grandeza, el punto de vista de presenciar sus asesinatos a través
de la lente de la cámara resulta muy innovador para su época, la sensación de
encierro y misterio hacen enchinar la piel, la antesala a la muerte es solo
precedida por el miedo que sus victimas tienen cuando un misterioso objeto les
es enseñado; el sonido también cumple una función similar a la imagen, el
correr del rollo fotográfico en el interior de la cámara lo tenemos siempre
presente como parte vital en Mark, así como las espeluznantes grabaciones que
este posee, con estos elementos, Michael Powell logra construir un film intenso
e innovador, que pareciera ser la primicia para crear lo que a la postre se
denominó cine Snuff (cuenta la leyenda de un círculo criminal que graba este
tipo de cine en el que presenciamos atroces asesinatos que incluyen torturas y
mutilaciones que son vendidos para deleite de los aficionaos al gore), aún
cuando fue poco valorada en su época, como dato curioso, esta película fue
rescatada por Martin Scorcese mientras filmaba Raging Bull a finales de los
setenta comprando los derechos en cinco mil dólares.
Los filmes de asesinos seriales siempre han estado presentes
en la historia del cine, ejemplos como El silencio de los inocentes (1991) de
Jonathan Demme, Copycat (1995) de Jon Amiel u 8mm (1991) de Joel Schumacher,
por mencionar algunas películas noventeras (de mayor a menor manufactura), obviando
que setentas, ochentas y “dosmiles” tuvieron también su cuota representativa; tenemos
pues un film ampliamente recomendable, una obra de gran calado que podemos
situar dentro de las mejores de su época, con una historia fuerte y
contundente, un personaje enigmático y perturbador, y un final desquiciante y
demoledor, una historia donde el crimen y sus misterios sirven para adentrarnos
en la mente de un asesino que utiliza el cine para morir con él.
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