El cine se ha valido, a lo
largo de su historia, de las novelas literarias como base para crear argumentos
o para trasladarlas a su versión fílmica en lo que conocemos como adaptaciones,
México ha tenido su contribución en este apartado, en este caso toca revisar el
trabajo realizado por el director mexicano Jesús Magaña Vázquez (Sobreviviente,
2003; Eros una vez María, 2007) con la adaptación de la novela “Abolición de la
propiedad” del celebre escritor mexicano José Agustín, quien aparte de ser uno
de los grandes exponentes de la llamada “literatura de la onda” también fungió
como director de cine con la película “Ya sé quien eres (te he estado
observando)” con la actuación de quien sería uno de sus grandes amores,
Angélica María; también participó con otros grandes directores del cine
mexicano como Felipe Cazals, a quien apoyó en la creación de los guiones
literarios “El apando” (1976) y “El año de la peste” (1979); esta vez, el
escritor oriundo de Acapulco inspira con su novela a Magaña para crear una
película que podría parecer novedosa en su realización pero que deja muchísimo
que desear.
“Abolición de la propiedad”
narra la historia de una pareja de jóvenes que se conoce en lo que parece ser
la sala de una casa (las cuestiones técnicas de la película, que hacen más
confusa la de por si rebuscada adaptación, las mencionaré más adelante), en
este espacio, Everio, interpretado por Humberto Busto, y Norma, interpretada
por Aislynn Derbez (hija del comediante mexicano Eugenio Derbez), tienen
pláticas que van del pasado al futuro, de sus viejas andanzas estudiantiles
hasta llegar a lo que podría suceder si permanecen juntos, este ir y venir
temporal es acompañado por un metrónomo situado en una mesa a un costado del
sofá donde ambos personajes debaten sus banales andanzas por el mundo, este
aparato, que se caracteriza por ser un instrumento auxiliar en la enseñanza
musical, sirve como una especie de maquina del tiempo ya que, al activarse,
pareciera que viajamos hacia el futuro y de vuelta, en una serie de
intercalados continuos que solo ayudan a confundir al espectador, ya que,
dentro de estos vaivenes llegamos a un momento en el que al parecer la pareja
ya esta casada, o por lo menos viven juntos, ya que los apreciamos en una
habitación donde hay una cama en la que están por acostarse, no sin antes tener
una discusión que forma parte del eje principal de la película; dentro de este
discurrir temporal tenemos otro escenario, un lugar más parecido al limbo, un
vacío donde ambos personajes continúan sus eternas alegaciones que por más que
uno quiere encontrar el sentido no lo hace; junto al metrónomo también
encontramos una radio, la cual, al ser encendida por Norma, reproduce
conversaciones que ella y Everio van a tener, una especie de aparato revelador,
prodigioso cacharro que sirve para alertar a la ingenua chica de lo que podrá
suceder en el futuro si sigue con Everio; todo lo trivial de esas grabaciones y
las conversaciones que sostienen ambos personajes a lo largo del film da al
traste con un argumento que se antoja interesante en el papel pero que el
director no supo llevar a la pantalla, ya que contiene errores garrafales para
alguien que se sustenta como uno más de los pretensioso representantes del
llamado “cine de autor” (al iniciar la película podemos leer la pretensiosa
frase “Una película de…” aún cuando su carrera goza de apenas dos trabajos
previos).
Ya entrando en la parte
técnica de la cinta nos encontramos con que esta grabada en un foro sin mayor
decoración que el sillón donde ambos personajes se conocen, el cual tiene una
lámpara, una mesa con el metrónomo y la radio, este escenario sirve para hacer
juegos un tanto pretensiosos del director que pareciera copiar lo hecho por
Lars Von Trier con su obra “Dogville”, aunque la separación entre una y otra
sea por demás evidente, estos juegos, consistentes en romper el eje de acción
son utilizados de forma justificada en algunos casos, pero tantos cambios hacen
que el director también se confunda a la hora de saber qué grabar, estos
excesos se hacen evidentes conforme la película avanza sobre todo en la parte
dedicada a la habitación, en la que Norma y Everio se disponen a dormir, este
espacio es el mismo foro, sólo que esta vez la decoración cambia a una cama, un
tocador y un espejo colgante, en este espacio los planos van de la cama al
espejo, teniendo en una a los personajes en una posición y en el espejo al
revés, esto podría parecer interesante si hubiera la intensión de mostrar otro
lado de los personajes o sus conversaciones, si el director hubiera intentado
jugar a un “lado oscuro”, pero no, las discusiones, como ya lo mencioné
anteriormente, discurren entre lo aburrido y lo cotidiano, por lo que, sus
juegos visuales solo sirven para desconcertar al espectador en vez de ayudarlo
a entender de que va la obra; otro espacio en el que se desarrolla la película,
dentro del mismo set, es ese lugar parecido a un limbo o vacío, donde esas
discusiones sin sentido siguen dando vueltas en las cabezas de los, para ese
momento, aburridos espectadores, la característica de este escenario es su
fondo blanco; y el “lugar” con el que cierra la obra es el mismo set, sólo que
ahora llueve de forma torrencial para ambos personajes, caminando para
encontrarse sin que esto se de, siguiendo el juego de discusión pero esta vez
con un tono más elevado, como dándonos a entender que el tan anhelado final del
film esta por llegar; si a estos escenarios le sumamos esos cambios rebuscados
de eje, y un juego con el foco, en el que tenemos en un primer plano a Norma en
foco mientras habla para después sacarla de foco y ver que en el fondo aparece
en foco Everio para continuar con su discusión, el resultado es tan funesto
como aburrido; la música tampoco ayuda en nada a la película, las canciones, si
bien parecen sacadas del imaginario de José Agustín, no van acorde con la
pretensión, aunque no se sepa en realidad cuál es, del director, pareciera que
las utilizó más por gusto personal que por verdadera intensión dramática.
El cine mexicano vive una
época en donde el talento pareciera demeritarse por ciertas incursiones de
directores que se dan aires de grandeza, aún cuando no han forjado una carrera
exitosa, o peor aún, cuando no tienen ningún trabajo previo que los haya catapultado
por ser una obra excelsa, esto tiene que conllevar a hacer un análisis
minucioso de las obras nacionales que se exhiben, y lo ideal sería que esos
financiamientos sirvieran para artistas con verdadera vocación, el trabajo
actoral también deja bastante que desear, tanto Aislynn como Humberto se ven
forzados, carentes de chispa, de química, y en los momentos más álgidos, de
odio y desesperación, más bien parecen estar en un casting o ensayo teatral que
en un trabajo ya terminado; no quisiera demeritar al cine mexicano por una sola
película, en ningún momento esa es mi intención, hay muy buenos realizadores
que han hecho cosas muy interesantes, sin embargo, también han salido otros que
parecieran estar más enfocados al trabajo telenovelero de las grandes televisoras
del país, incluso valiéndose de actores y comediantes que son insignia en cada
una de ellas. El cine tiene que ser visto como tal, y no como un experimento
azarístico, el cine debe cumplir su cometido de gustar, asustar, hacer llorar o
reír, causar polémica, etc., debe rendir homenaje a las obras de los grandes
escritores, para eso se debe valer de la cámara, la puesta en escena y la
actuación, aún cuando el presupuesto pueda ser modesto, porque un libro nos
transporta, el autor nos lleva de la mano por su imaginación, el cine tiene que
por lo menos cumplir ese cometido, dejando a un lado las diferencias de
lenguaje entre uno y otro medio y sabiendo sacar provecho de lo que cada uno
puede aportar, como ese gran legado que José Agustín ha creado en torno a su
obra, y que sigue dando para más, este año se espera la adaptación de “Ciudades
desiertas” dirigida por Roberto Sneider y protagonizada por Gael García, un
libro oscuro que puede dar para mucho sabiéndolo adaptar, ya es hora de se le
haga justicia al maestro acapulquense, quisiera ver una gran adaptación que pueda
ser catalogada como una “película de la onda”, porque toda su obra y su vida ha
sido la onda.
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