Dreamland

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Hasta que la vida nos separe...

Hasta que la vida nos separe...
Todos los días son día de muertos

28 de noviembre de 2013

El abogado del crimen, la frontera entre el dinero y la maldad.



La relación entre México y los Estados Unidos de América ha ido tomando matices muy oscuros y violentos, mientras los senadores, diputados y gente en el poder del primer país se empeñan en hablar de la “relación bilateral”, la camaradería que existe, el potencial desarrollo económico que México tiene a razón de vivir junto al país más poderoso del mundo, la “hermandad” entre ambas naciones, la conjunta lucha contra el crimen organizado que se tiene en ambos lados de la frontera y demás frases que intentan enaltecer a los trajeados hombres que deciden por millones, esto dista mucho de la realidad que ambos países viven, por un lado tenemos un país con una infinidad de carencias, no sólo económicas, sino lo que es peor aún, de valores y ética, que se ven acentuados en la juventud carente de oportunidades de trabajo, que tiene que recurrir al narco para poder amasar grandes fortunas y de paso llenar sus manos de sangre,  más al norte tenemos el trasnoche total, el descarrilamiento de la juventud en pos de la experimentación, en busca del triunfo, del sueño americano, del dinero, de las drogas, duras, blandas, acuosas, inocuas, como las fabriquen hay que probarlas alguna vez en la vida; estos cimientos que comenzaron a construirse décadas atrás, que nos hablan más de una relación proveedor/consumidor de estupefacientes y cualquier cosa que desparrame el cerebro, son los que, cruentamente, estamos viviendo, de este lado de la frontera mucho más salvajes y sangrientos, mientras que al otro lado la apacibilidad se ve trastocada por la brutal inserción de los carteles con sus siniestras intenciones. El cine no se ha alejado de esta realidad, y cada día se suman más directores a unirse a esta “protesta” que pareciera servir de nada ante la avasallante dimensión del problema que es el narcotráfico, suma de los factores más atractivos para muchos de los seres humanos como es el dinero y el poder, el sueño americano conoce a Pancho Villa, o viceversa, y en esta espiral decadente, Ridley Scott nos presente una postura sumamente desgarradora, situada en ambos lados de la frontera pero haciendo especial énfasis en la toma de decisiones, como la que alguien de la noche a la mañana se quiere volver millonario.
“El abogado del crimen” (Ridely Scott, 2013) nos sitúa en una ciudad norteamericana como muchas otras que están cerca de la frontera sur, aquí el nombre no es lo importante sino la ubicación, y lo atractivo o peligroso que podría resultar vivir en una franja fronteriza como esta, en esta ciudad conocemos a la pareja encarnada por Michael Fassbender como el abogado y Penélope Cruz como Laura, ambos viven un tórrido romance, que esta por culminar en la propuesta de matrimonio que el abogado hace minutos después de iniciado el film, con un gran diamante incrustado en un anillo que haría las delicias de cualquier dama; conocemos también a Reiner, interpretado por Javier Bardem, y Malkina, concubina de este y llevada a la pantalla grande por Cameron Diaz, Reiner y Malkina llevan una vida excéntrica, llena de excesos, tienen una pareja de leopardos los cuales sacan a cazar a los grandes desiertos de Arizona para después hacer fiestas plagadas de bellas y esculturales mujeres, una pareja moderna dirían muchos, o una disfuncional y despedazada pensarían otros; Reiner tiene negocios turbios, en los cuales quiere participar el abogado, aún con las advertencias de rigor este accede a entrar en el juego de dinero y poder, para esto conoce a Westray, interpretado por Brad Pitt, una especie de intermediario entre los malos (narcos) y los buenos (dinero fresco), el cual sigue haciendo recomendaciones al abogado sobre lo peligroso que puede resultar un negocio de tal naturaleza. Como es de imaginarse en este tipo de films, las cosas no salen bien, todo y todos tienen escrita su lapida desde antes de que inicie la película, la cuestión es el tiempo que cada uno dure vivo mientras la muerte llega, y no porque sea una epifanía de la cinta, sino por la dinámica del negocio al que pertenecen, que puede hacer rico a un hombre en cuestión de horas, pero que también puede hacer que pierda todo en ese mismo instante, y es aquí donde la mano maestra de Scott interviene, presentándonos una brutal situación que va empañándose conforme los personajes de su película van tomando decisiones, siguiendo esa espiral descendente que mencioné y que no tiene fondo, más si forma, y que no es más que el salvaje despliegue de recursos para poder darle su escarmiento a alguien que se quiere pasar de listo con el cartel.
Mi primera impresión al ver el film fue el recordar, hasta cierto punto, las películas de Oliver Stone, sobre todo la última que hizo (Salvajes, 2012), en esta moda de sacar películas relacionadas con el narcotráfico, sin embargo, en mi particular punto de vista, la de Stone dista mucho de la calidad y contundencia de la cinta de Scott, que pone muy en claro su postura neutral, su punto de vista amargo y desalentador de lo que es ese oscuro negocio, de la ambición, la codicia y la búsqueda del poder aún cuando no se sepa lo que esta en juego, un mundo en el que las decisiones crean diversos escenarios, algunos de ellos muy prometedores y ensoñadores, y otros sumamente violentos y catastróficos; la película cuenta con grandes actuaciones como la desgarradora interpretación de Fassbender, sobre todo en el último tercio de la historia, la parte “cómica” desarrollada por Javier Bardem, con un personaje exótico sumamente indeciso, un Brad Pitt conocedor del gran riesgo del negocio, pero también sabedor de lo redituable que puede ser, con el gran defecto de ser un mujeriego, y la gran actuación de Cameron Diaz, como nunca la había visto, una villana sin concesiones, una mujer que busca únicamente su beneficio, una gringa excéntrica que ha probado de todo y quiere seguir haciéndolo, todo en gran harmonía con la música de Daniel Pemberton y la fotografía de Dariusz Wolski. De esta manera la cinta nos sitúa en un mundo lleno de banalidad y superficialidad, entre dos países “hermanos”, uno sangrando al otro, entre dos realidades que se opone una a otra pero que se complementan, una violenta y otra ensoñadora, tomando lugar en la franja fronteriza más transitada del mundo, donde día a día, miles, millones de destinos cruzan buscando un mejor mañana, buscando tomar la decisión perfecta que los lleve a cumplir el sueño americano de dinero y poder, aún cuando sepan que, cuando hay droga de por medio, todo lo que más quieren los pueden perder.



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1 comentario:

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    saludos

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