Dreamland

Espacio donde gracias a la todapoderosa web me da la oportunidad y posibilidad de compartir con todos aquellos que lleguen a caer en este blog por azares del destino, escritos, fotos, videos y algunas otras cosas que he realizado sólo o en conjunto con otros cuates. Espero que les guste. Saludos

Hasta que la vida nos separe...

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Todos los días son día de muertos

12 de octubre de 2021

El juego del calamar, los juegos infantiles bañados de sangre y dinero




Las series orientales y asiáticas, han cobrado gran auge en el público juvenil, los famosos doramas sudcoreanos son muy buscados en las plataformas digitales, así como las cintas de horror de zombies producidas en aquel país. Hoy toca el turno de analizar una serie de la que se han hecho una infinidad de memes, parodias, etc., y que está muy en presente en el imaginario actual, me refiero a “El juego del calamar”, que retrata la vida de un grupo de personas, hombres y mujeres, con serios problemas de deudas financieras, algunos de ellos desahuciados, quienes están dispuestos a luchar/jugar hasta la muerte por conseguir una enorme suma de dinero para poder librarse de sus deudas y problemas. El director Hwang Dong-Hyuk, toma premisas como la serie de películas Saw, donde los protagonistas tienen que sortear una serie de retos en los que tienen que hacer sacrificios en pos de salir airosos de una situación mortal, Hwang lo hace usando juegos infantiles coreanos, mismos que se convierten en mortíferas trampas para los participantes que tienen que buscar su salvación a costa de los demás; a su vez, hace uso del espectáculo grotesco de la competencia a muerte, el nuevo coliseo romano, donde los poderosos, los dueños del capital, disfrutan de sangrientos juegos para su deleite personal.


“El juego del calamar” consta de 9 episodios, que oscilan entre los 50 minutos y poco más de una hora de duración, salvo el penúltimo episodio “El hombre del frente” que, extrañamente, dura poco más de media hora; la serie cuenta la historia de un hombre que vive en la pobreza con su madre, sin trabajo, un holgazán que se la pasa apostando en carreras de caballo, derivada de la cual tiene una deuda con un grupo de mafiosos, pero, por azares del destino (situación que durante el episodio final se nos revela que no fue tan azarística), conoce a un joven que lo invita a participar de un juego, del que si sale ganador se hará acreedor a dinero que lo puede sacar de sus problemas. Derivado de esta premisa, la serie comienza a mostrarse en su forma más ruin, el morbo estético por la sangre, el cual consigue desde el primer juego, en el cual los 456 participantes tienen que moverse mientras una siniestra muñeca mecánica canta una canción, al detenerse todos aquellos que sigan en movimiento son masacrados por armas automáticas dispuestas en el gran salón que sirve de coliseo para los participantes; esta apuesta por la sangre rige lo que será el apartado estético de la serie, los borbotones chorrean por todos lados desde este episodio inicial; sin embargo, después de una votación en la que la mayoría de los participantes decide dejar el juego, se nos presenta un momento para darnos un respiro, una pausa para conocer un poco más las dolencias de los personajes involucrados, así como profundizar un poco más en ellos, en su desarrollo previo a la escalada violenta de la serie, que resta el sentido emocional, mismo que se avisora en los últimos episodios, aunque cuesta trabajo simpatizar con el dolor cuando las decisiones previamente tomadas rompían cualquier sentido de compasión. Con esto no quiero decir que la serie sea mala, ni mucho menos, la serie esta bien llevada, las subtramas se desarrollan de forma orgánica con la trama central, aún cuando deja varios cabos sueltos, sin embargo, este tipo de productos tienden a dejar este tipo de premisas incompletas para después abordarlas en caso de que funcione de buena manera, que mejor ejemplo que “Saw” que ya lleva varias películas jugando a la misma apuesta. “El juego del calamar” nos lleva del dolor físico al emocional a lo largo de los episodios, dejando para los últimos dos la carga sensible más fuerte, situación que no pasa desapercibida ya que es aquí donde puede surgir la interrogante de ¿por qué al final?, los personajes comienza su cambio, unos hacia el lado más maligno del hombre, otros hacia el extremo compasivo, una lección que llega tarde y se siente con un cierto desfase en función del ritmo que la serie tenía hasta ese momento, las secuencias se comienzan a hacer más largas, dejando el peso del plano al protagonismo lacrimógeno de los actores, los vacíos de diálogos suman a esta apuesta del director, y es aquí donde se siente una perdida de fuerza argumental, la caída le resta impacto al discurso que se apetecía implacable, la necesidad y el dinero son una combinación mortalmente sangrienta, para dar lugar a una redención previsible y funcional, un retrato que ya se ha visto con el mismo personaje vestido con otras prendas.


Al final, estas series vienen a dar un aire fresco, es maravilloso poder conocer propuestas y apuestas de otras latitudes del orbe, algunas serán mejores que otras, pero lo más valioso es poder verlas y saber que no todo es Made in Hollywood, y que hay otros lugares muy lejanos donde hay escritores, directores, productores, actores y todo el departamento artístico que participa en un producción que cuentan con la misma capacidad creativa, estética y argumental que los grandes estudios, incluso el mismo lenguaje se convierte en algo novedoso, dejar a un lado el inglés para adentrarnos al coreano, al chino, al japonés, esto es lo que me llena al ver películas o series lejanas, esa sensación de acercamiento, como un juego de niños en los que muchos de ellos ríen y juegan sin saber si quiera que después de eso se vuelvan a ver.



Sin tiempo para morir; la desatinada muerte de un personaje entrañable.



James Bond, también conocido por su clave como agente secreto, el famoso 007 es, sin temor a equivocarme, el espía más famoso en la historia del cine y probablemente también en la literatura; creado por el periodista y escritor británico Ian Fleming durante la segunda mitad del siglo XX, allá por el ahora lejano 1952, pocos años después de la finalización de la segunda guerra mundial, siendo la primera aparición del famoso espía en el libro “Casino Royale” publicado en 1953. Su personaje cobró tal importancia que escribió 12 novelas y 2 colecciones de relatos cortos hasta antes de su muerte en 1964; sin embargo, el legado del personaje no terminó ahí, siguió hasta nuestros días en las que otros escritores han abordado y desarrollado nuevas aventuras de este icónico personaje que se ha vuelto un referente en la literatura, el cine, cómics, videojuegos, y un sin fin de artículos relacionados con la cultura popular. 

La prolífica obra literaria basada en el famoso 007, dio un salto, como consecuencia natural y obedeciendo a la dinámica del mercado, al espectro cinematográfico, a la fecha se han producido cerca de 30 películas en las que distintos actores, en distintas épocas, han encarnado al espía británico; Sean Connery se alza como uno de los ejemplos más representativos, sin hacer a un lado a Roger Moore, Timothy Dalton, George Lazenby y Pierce Brosnan. Hoy toca el turno de analizar la última película de Bond, que a su vez, cierra el ciclo interpretado por Daniel Cragig, quien comenzó su aventura como espía en el 2006 con “Casino Royale” de Martin Campbell, y encuentra su trágico final en “Sin tiempo para morir” este 2021 de la mano de Cary Joji Fukunaga.

La cinta nos plantea de inicio la idea del retiro por parte del famoso espía británico, huyendo de todo lo que lo ha atado a ese pasado violento, en el que perdió todo, y que busca recuperar  con la ayuda de su relación en turno, Madeleine a quien ya habíamos visto en Spectre dirigida por Sam Mendes
en el 2015; sin embargo, los fantasmas que atormentan a James no son fáciles de evitar, y su pasado, en forma de condena lo termina alcanzando; todo esto sucede en los primeros. 10 o 15 minutos del filme, justo antes de la secuencia que da pie a los créditos de la cinta. Fukunaga nos intenta sumergir en dos momentos contratantes, por un lado la “nueva” vida de Bond con su chica, y por el otro la imposibilidad que el personaje tiene de huir de su pasado, una suerte de consecuencias perpetuas que lo perseguirán hasta que deje de existir, los cuales son reflejados en el cine en base a una serie de secuencias lentas de inicio y vertiginosas cuando los matones encuentran a nuestro héroe; otro elemento interesante y que cae más en el discurso inclusivo es que el código 007, después de que Bond dejará su cargo de espía, recae en una mujer, para después ser recuperado por James. Cabe mencionar que antes de estas secuencias, se nos presenta una suerte de epilogo que busca justificar a quien a la postre, será el villano del film, y que a mi parecer, se nota forzado y busca, de manera estética, generar el miedo y la tensión gracias a una mascara japonesa tras la cual oculta su identidad.


El problema principal que encuentro en la cinta es la falta de dirección, la historia transcurre de forma confusa, el villano no aparece sino hasta pasada la mitad del film, teniendo un propósito poco claro, siendo, desde mi punto de vista, el villano más efímero del universo 007, Rami Malek no tiene la capacidad de generar estrés, o pánico, su personaje se nota débil, vulnerable, prescindible dentro del universo de villanos con los que ha tenido que lidiar Bond, y es una lástima que sea de esta manera ya que esta película viene a cerrar la participación de Craig, quien le dio un giro al personaje después de la participación de Pierce Brosnan, ya que lo hizo más rudo, con más personalidad y carácter, un poco alejado de la idea del gentleman británico para dar paso a un hombre más golpeado por la vida. Derivado de esta falta de empatía del villano, la película se pierde, tanto en su argumento como en su desarrollo, yo esperaba ver más tiempo en pantalla a Malek y su personaje Lyutsifer Safin (curiosamente el nombre del villano, al pronunciarlo en inglés, hace una clara referencia a Lucifer), cuando en los avances pude ver su cara desfigurada, sumada a que su rostro es poco convencional, pensé que estaba a punto de ver a un villano que jugaría con la mente del espía, así como atormentarlo a través de las siempre hermosas chicas Bond; lamentablemente nada de esto sucedió y la aparición de Malek fue muy breve, y de forma inconsistente, ayudado por el plano y la colocación de la cámara más que por el desarrollo actoral de su personaje. En el aspecto visual la película cumple con su propósito, siendo una película de acción la vorágine a la que nos expone Fukunaga es intensa, cosa que no es de extrañar en una película de este personaje, el aspecto sonoro también es de destacar, las secuencias de explosiones en las que Bond queda momentáneamente con una leve sordera se escuchan muy bien, ayudan a sumergirse, aunque sea por un breve instante, al sentir del protagonista, lamentablemente los elementos técnicos poco ayudan a mantener un equilibrio entre lo que vemos y lo que nos hace sentir; como parte de esta banda sonora también encontramos la canción de Billie Eilish “No Time To Die” estrenada en Febrero de 2020.


James Bond es un personaje que llego para quedarse en el cine, con más de medio siglo en el universo cinematográfico, es y seguirá siendo uno de los favoritos de la industria hollywodense, lamentablemente uno de los 007 que más me ha gustado, como es el de Daniel Craig, tiene un cierre poco memorable, una película que se siente coja, que busca forzar al espectador a sentir compasión y remordimiento, que busca generar tensión y miedo a través de un villano poco memorable, bastante desechable para ser una película que cierra una nueva era Bond; el personaje seguirá y continuará habiendo otros actores que lo interpreten, otros directores que generen y desarrollen sus historias, Fukunaga en este último episodio en lo que respecta a la participación de Daniel Craig, lo intenta con resultados poco favorables, tal vez su carrera en un ámbito más independiente (Sin nombre, 2009; True Detective, 2014; Beasts of No Nation, 2015) lo catapultaron para que fuera considerado por el estudio para dirigir la cinta, o tal vez fueron los problemas que se dieron previos a iniciar la producción del film, el cual originalmente iba a ser dirigido por Danny Boyle, el cual dejó el proyecto 3 meses antes de iniciar el rodaje, para después considerar a Denis Villenueve y Edgar Wright, entre otros; tal vez estos problemas fueron los que le dieron al traste a la cinta, que por más que busca apoyarse en las secuencias de acción, deja de lado el factor más importante de la cinta, que es justamente el cierre del personaje, el cual saca, al final, como uno de esos trucos a los que nos tiene acostumbrado Bond, como sus gadgets tecnológicos que siempre lo sacan de un lío, quitándole el elemento sorpresa y buscando generar en función del plano y la música, el desenlace de una historia que vio su malograda realización antes de empezar.