Dreamland

Espacio donde gracias a la todapoderosa web me da la oportunidad y posibilidad de compartir con todos aquellos que lleguen a caer en este blog por azares del destino, escritos, fotos, videos y algunas otras cosas que he realizado sólo o en conjunto con otros cuates. Espero que les guste. Saludos

Hasta que la vida nos separe...

Hasta que la vida nos separe...
Todos los días son día de muertos

12 de octubre de 2021

El juego del calamar, los juegos infantiles bañados de sangre y dinero




Las series orientales y asiáticas, han cobrado gran auge en el público juvenil, los famosos doramas sudcoreanos son muy buscados en las plataformas digitales, así como las cintas de horror de zombies producidas en aquel país. Hoy toca el turno de analizar una serie de la que se han hecho una infinidad de memes, parodias, etc., y que está muy en presente en el imaginario actual, me refiero a “El juego del calamar”, que retrata la vida de un grupo de personas, hombres y mujeres, con serios problemas de deudas financieras, algunos de ellos desahuciados, quienes están dispuestos a luchar/jugar hasta la muerte por conseguir una enorme suma de dinero para poder librarse de sus deudas y problemas. El director Hwang Dong-Hyuk, toma premisas como la serie de películas Saw, donde los protagonistas tienen que sortear una serie de retos en los que tienen que hacer sacrificios en pos de salir airosos de una situación mortal, Hwang lo hace usando juegos infantiles coreanos, mismos que se convierten en mortíferas trampas para los participantes que tienen que buscar su salvación a costa de los demás; a su vez, hace uso del espectáculo grotesco de la competencia a muerte, el nuevo coliseo romano, donde los poderosos, los dueños del capital, disfrutan de sangrientos juegos para su deleite personal.


“El juego del calamar” consta de 9 episodios, que oscilan entre los 50 minutos y poco más de una hora de duración, salvo el penúltimo episodio “El hombre del frente” que, extrañamente, dura poco más de media hora; la serie cuenta la historia de un hombre que vive en la pobreza con su madre, sin trabajo, un holgazán que se la pasa apostando en carreras de caballo, derivada de la cual tiene una deuda con un grupo de mafiosos, pero, por azares del destino (situación que durante el episodio final se nos revela que no fue tan azarística), conoce a un joven que lo invita a participar de un juego, del que si sale ganador se hará acreedor a dinero que lo puede sacar de sus problemas. Derivado de esta premisa, la serie comienza a mostrarse en su forma más ruin, el morbo estético por la sangre, el cual consigue desde el primer juego, en el cual los 456 participantes tienen que moverse mientras una siniestra muñeca mecánica canta una canción, al detenerse todos aquellos que sigan en movimiento son masacrados por armas automáticas dispuestas en el gran salón que sirve de coliseo para los participantes; esta apuesta por la sangre rige lo que será el apartado estético de la serie, los borbotones chorrean por todos lados desde este episodio inicial; sin embargo, después de una votación en la que la mayoría de los participantes decide dejar el juego, se nos presenta un momento para darnos un respiro, una pausa para conocer un poco más las dolencias de los personajes involucrados, así como profundizar un poco más en ellos, en su desarrollo previo a la escalada violenta de la serie, que resta el sentido emocional, mismo que se avisora en los últimos episodios, aunque cuesta trabajo simpatizar con el dolor cuando las decisiones previamente tomadas rompían cualquier sentido de compasión. Con esto no quiero decir que la serie sea mala, ni mucho menos, la serie esta bien llevada, las subtramas se desarrollan de forma orgánica con la trama central, aún cuando deja varios cabos sueltos, sin embargo, este tipo de productos tienden a dejar este tipo de premisas incompletas para después abordarlas en caso de que funcione de buena manera, que mejor ejemplo que “Saw” que ya lleva varias películas jugando a la misma apuesta. “El juego del calamar” nos lleva del dolor físico al emocional a lo largo de los episodios, dejando para los últimos dos la carga sensible más fuerte, situación que no pasa desapercibida ya que es aquí donde puede surgir la interrogante de ¿por qué al final?, los personajes comienza su cambio, unos hacia el lado más maligno del hombre, otros hacia el extremo compasivo, una lección que llega tarde y se siente con un cierto desfase en función del ritmo que la serie tenía hasta ese momento, las secuencias se comienzan a hacer más largas, dejando el peso del plano al protagonismo lacrimógeno de los actores, los vacíos de diálogos suman a esta apuesta del director, y es aquí donde se siente una perdida de fuerza argumental, la caída le resta impacto al discurso que se apetecía implacable, la necesidad y el dinero son una combinación mortalmente sangrienta, para dar lugar a una redención previsible y funcional, un retrato que ya se ha visto con el mismo personaje vestido con otras prendas.


Al final, estas series vienen a dar un aire fresco, es maravilloso poder conocer propuestas y apuestas de otras latitudes del orbe, algunas serán mejores que otras, pero lo más valioso es poder verlas y saber que no todo es Made in Hollywood, y que hay otros lugares muy lejanos donde hay escritores, directores, productores, actores y todo el departamento artístico que participa en un producción que cuentan con la misma capacidad creativa, estética y argumental que los grandes estudios, incluso el mismo lenguaje se convierte en algo novedoso, dejar a un lado el inglés para adentrarnos al coreano, al chino, al japonés, esto es lo que me llena al ver películas o series lejanas, esa sensación de acercamiento, como un juego de niños en los que muchos de ellos ríen y juegan sin saber si quiera que después de eso se vuelvan a ver.



Sin tiempo para morir; la desatinada muerte de un personaje entrañable.



James Bond, también conocido por su clave como agente secreto, el famoso 007 es, sin temor a equivocarme, el espía más famoso en la historia del cine y probablemente también en la literatura; creado por el periodista y escritor británico Ian Fleming durante la segunda mitad del siglo XX, allá por el ahora lejano 1952, pocos años después de la finalización de la segunda guerra mundial, siendo la primera aparición del famoso espía en el libro “Casino Royale” publicado en 1953. Su personaje cobró tal importancia que escribió 12 novelas y 2 colecciones de relatos cortos hasta antes de su muerte en 1964; sin embargo, el legado del personaje no terminó ahí, siguió hasta nuestros días en las que otros escritores han abordado y desarrollado nuevas aventuras de este icónico personaje que se ha vuelto un referente en la literatura, el cine, cómics, videojuegos, y un sin fin de artículos relacionados con la cultura popular. 

La prolífica obra literaria basada en el famoso 007, dio un salto, como consecuencia natural y obedeciendo a la dinámica del mercado, al espectro cinematográfico, a la fecha se han producido cerca de 30 películas en las que distintos actores, en distintas épocas, han encarnado al espía británico; Sean Connery se alza como uno de los ejemplos más representativos, sin hacer a un lado a Roger Moore, Timothy Dalton, George Lazenby y Pierce Brosnan. Hoy toca el turno de analizar la última película de Bond, que a su vez, cierra el ciclo interpretado por Daniel Cragig, quien comenzó su aventura como espía en el 2006 con “Casino Royale” de Martin Campbell, y encuentra su trágico final en “Sin tiempo para morir” este 2021 de la mano de Cary Joji Fukunaga.

La cinta nos plantea de inicio la idea del retiro por parte del famoso espía británico, huyendo de todo lo que lo ha atado a ese pasado violento, en el que perdió todo, y que busca recuperar  con la ayuda de su relación en turno, Madeleine a quien ya habíamos visto en Spectre dirigida por Sam Mendes
en el 2015; sin embargo, los fantasmas que atormentan a James no son fáciles de evitar, y su pasado, en forma de condena lo termina alcanzando; todo esto sucede en los primeros. 10 o 15 minutos del filme, justo antes de la secuencia que da pie a los créditos de la cinta. Fukunaga nos intenta sumergir en dos momentos contratantes, por un lado la “nueva” vida de Bond con su chica, y por el otro la imposibilidad que el personaje tiene de huir de su pasado, una suerte de consecuencias perpetuas que lo perseguirán hasta que deje de existir, los cuales son reflejados en el cine en base a una serie de secuencias lentas de inicio y vertiginosas cuando los matones encuentran a nuestro héroe; otro elemento interesante y que cae más en el discurso inclusivo es que el código 007, después de que Bond dejará su cargo de espía, recae en una mujer, para después ser recuperado por James. Cabe mencionar que antes de estas secuencias, se nos presenta una suerte de epilogo que busca justificar a quien a la postre, será el villano del film, y que a mi parecer, se nota forzado y busca, de manera estética, generar el miedo y la tensión gracias a una mascara japonesa tras la cual oculta su identidad.


El problema principal que encuentro en la cinta es la falta de dirección, la historia transcurre de forma confusa, el villano no aparece sino hasta pasada la mitad del film, teniendo un propósito poco claro, siendo, desde mi punto de vista, el villano más efímero del universo 007, Rami Malek no tiene la capacidad de generar estrés, o pánico, su personaje se nota débil, vulnerable, prescindible dentro del universo de villanos con los que ha tenido que lidiar Bond, y es una lástima que sea de esta manera ya que esta película viene a cerrar la participación de Craig, quien le dio un giro al personaje después de la participación de Pierce Brosnan, ya que lo hizo más rudo, con más personalidad y carácter, un poco alejado de la idea del gentleman británico para dar paso a un hombre más golpeado por la vida. Derivado de esta falta de empatía del villano, la película se pierde, tanto en su argumento como en su desarrollo, yo esperaba ver más tiempo en pantalla a Malek y su personaje Lyutsifer Safin (curiosamente el nombre del villano, al pronunciarlo en inglés, hace una clara referencia a Lucifer), cuando en los avances pude ver su cara desfigurada, sumada a que su rostro es poco convencional, pensé que estaba a punto de ver a un villano que jugaría con la mente del espía, así como atormentarlo a través de las siempre hermosas chicas Bond; lamentablemente nada de esto sucedió y la aparición de Malek fue muy breve, y de forma inconsistente, ayudado por el plano y la colocación de la cámara más que por el desarrollo actoral de su personaje. En el aspecto visual la película cumple con su propósito, siendo una película de acción la vorágine a la que nos expone Fukunaga es intensa, cosa que no es de extrañar en una película de este personaje, el aspecto sonoro también es de destacar, las secuencias de explosiones en las que Bond queda momentáneamente con una leve sordera se escuchan muy bien, ayudan a sumergirse, aunque sea por un breve instante, al sentir del protagonista, lamentablemente los elementos técnicos poco ayudan a mantener un equilibrio entre lo que vemos y lo que nos hace sentir; como parte de esta banda sonora también encontramos la canción de Billie Eilish “No Time To Die” estrenada en Febrero de 2020.


James Bond es un personaje que llego para quedarse en el cine, con más de medio siglo en el universo cinematográfico, es y seguirá siendo uno de los favoritos de la industria hollywodense, lamentablemente uno de los 007 que más me ha gustado, como es el de Daniel Craig, tiene un cierre poco memorable, una película que se siente coja, que busca forzar al espectador a sentir compasión y remordimiento, que busca generar tensión y miedo a través de un villano poco memorable, bastante desechable para ser una película que cierra una nueva era Bond; el personaje seguirá y continuará habiendo otros actores que lo interpreten, otros directores que generen y desarrollen sus historias, Fukunaga en este último episodio en lo que respecta a la participación de Daniel Craig, lo intenta con resultados poco favorables, tal vez su carrera en un ámbito más independiente (Sin nombre, 2009; True Detective, 2014; Beasts of No Nation, 2015) lo catapultaron para que fuera considerado por el estudio para dirigir la cinta, o tal vez fueron los problemas que se dieron previos a iniciar la producción del film, el cual originalmente iba a ser dirigido por Danny Boyle, el cual dejó el proyecto 3 meses antes de iniciar el rodaje, para después considerar a Denis Villenueve y Edgar Wright, entre otros; tal vez estos problemas fueron los que le dieron al traste a la cinta, que por más que busca apoyarse en las secuencias de acción, deja de lado el factor más importante de la cinta, que es justamente el cierre del personaje, el cual saca, al final, como uno de esos trucos a los que nos tiene acostumbrado Bond, como sus gadgets tecnológicos que siempre lo sacan de un lío, quitándole el elemento sorpresa y buscando generar en función del plano y la música, el desenlace de una historia que vio su malograda realización antes de empezar.





24 de febrero de 2021

Possesor



El control mental es una idea que muchos teóricos de la conspiración mencionan como si esto ya fuera posible, o esta en etapas tempranas de desarrollo, con la CIA y su proyecto MK Ultra como una de las más recurrentes ideas en dichas posturas; el cine también ha teorizado y ahondado sobre este controvertido tema, “El origen” (2010) de Christopher Nola o, “Ex Machina” (2014) de Alex Garland son dos ejemplos modernos y que, cada uno a su manera, lo explora de distintas formas y con diferentes discursos, por un lado nos embarcamos en el mundo de lo onírico con Nolan, y por el otro explorando el avance tecnológico de una IA sumamente manipuladora y peligrosa. Brandon Cronnenberg, hijo del aclamado y polémico director canadiense David Cronenberg, explora el concepto del asesino desalmado a través del control mental, así como el vacío emocional que implica la decisión de quitar la vida a una persona.

“Possesor” se estrenó el 4 de octubre de 2020 en los Estados Unidos, pero no fue sino hasta los primeros días de febrero de este 2021 que se estrenó en México derivado de los retrasos que el COVID 19 trajo a la industria cinematográfica mundial; la cinta nos sitúa en un futuro en el que el control mental ya es posible, una organización secreta selecciona objetivos de personajes importantes que deben ser ejecutados, por motivos empresariales o políticos, cual sea la justificación el sujeto debe ser eliminado a toda costa; esto lo consigue  secuestrando personas cercanas al objetivo para que después, a  través de un implante que de manera muy gráfica el director nos muestra su inserción en algún lugar de la cabeza, sea manipulado por otro sujeto que lo controla mentalmente  desde una maquina lejana que sirve para enviar las señales de un cerebro a otro. El argumento de la cinta es muy bueno, tal vez el director pudo haber profundizado más en los personajes y los conflictos que trae consigo el entrar en otra mente humana y explorar los rincones de su conciencia, hace algunas pausas para mostrarnos de forma un poco escueta dicha problemática. La película es protagonizada por Andrea Riseborough, que se le conoce por su papel de “Victoria” en la película “Oblivion” (Joseph Kosinski, 2013) protagonizada por Tom Cruise, en “Possesor” da vida a  Tasya Vos, una despiadada asesina, la cual se nos presenta en la secuencia inicial del film como una mujer ávida por matar, cumpliendo su trabajo de forma eficiente, sangrienta y violenta; y es desde esta primera escena que Cronnenberg nos muestra el tono del film, cruento y asqueroso, con secuencias no aptas para estómagos delicados, haciendo una reverencia al cine hecho por su padre, sobre todo tomando como  una lejana referencia a “eXistenZ” (David Cronenberg, 1999). Tras este violento inicio, Tasya tiene que cumplir con un protocolo para saber si después de haber manipulado la mente de otra persona, tiene algún daño mental, el cual se solventa después de mostrarle una serie de objetos que tienen relación directa con un recuerdo en la vida de nuestra protagonista, quien después de sortear dicha prueba, se dirige a su hogar, donde la esperan su esposo y su pequeño hijo; durante este breve periodo se nos muestra uno de los conflictos principales del personaje, y que la lleva a ser tan sanguinaria, la perdida de sensibilidad, los estragos que ha dejado una carrera profesional plagada de sangre e irrupciones mentales ajenas, lamentablemente, y como lo mencioné anteriormente, el director no explora esta emociones tan profundas y confusas, se limita a exponer el conflicto mediante su familia y la poca importancia de esta en su vida, un recurso recurrente en buena parte del cine, el director, en aras por hacer una cinta más corta (1 hora 43 minutos es su duración), decide darle más importancia al desarrollo del segundo acto, esto no es malo en sí, pero creo que dicho personaje pudo tener mejores matices si se hubiera explorado un poco más su perturbada personalidad, ya que la cinta nos deja entrever los estragos que esta manipulación trae consigo. En el apartado técnico la cinta cumple su cometido, teniendo en la fotografía a su mejor aliada, la película esta plagada de primerísimos planos detalle de los momentos violentos del film, y vaya que son varios, Karim Hussain nos muestra los detalles más grotescos de la violencia generada por Tasya de forma contundente, la elección de planos en dichas secuencias hacen que estas sean atroces y brutales, sumado a esto, Cronenberg se apoya de una paleta que colores que tienden al rojo en escenas y secuencias clave, como esta especie de transiciones mentales donde ambas mentes se encuentran y luchan por el control. La banda sonora pasa a segundo plano, la composición visual es la protagonista de esta historia, incluso las interpretaciones de todos los actores pasa a ser un mero elemento que justifica la imagen, Andrea Riseborough cumple en mostrarnos la frialdad de Tasya, con un papel muy semejante al interpretado por Ryan Gossling en “Dirve” (Nicolas Winiding Refn, 2011); Christopher Abott, quien interpreta a Colin Tate, es quien se lleva el peso histriónico más fuerte, ya que sobre él se debaten ambas personalidades, la suya y la de Tasya, quien lo manipula para matar a un prestigiado empresario tecnológico, sin embargo, y como se nos sugiere al inicio, Tasya no puede desconectarse de la persona que la hospeda, esto lo hace matándolo, un suicidio involuntario, y hace que permanezca en el cuerpo de forma indefinida; Tate lo hace bien, pero una vez más ese hueco en el guión es el que nos impide empatizar de manera más profunda con los personajes, nos impide verlos en la magnitud necesaria para que esta sea una película redonda.

El segundo film de Cronenberg lo sitúa como un director arriesgado, siguiendo de forma religiosa los primeros pasos de su padre, quien también caracterizó la primera etapa de su carrera en apostar por un cine alejado de lo comercial, y “Possesor” de comercial no tiene nada,  desde la elección de un reparto que ha secundado papeles protagónicos más que interpretarlos, hasta la elección del equipo técnico; Brandon apuesta por un cine en el que la plástica juega un papel fundamental, una obsesión enfermiza por lo grotesco, en el que la violencia y la sed por la sangre juega un papel determinante y fulminante, un pecado en el que caen los protagonistas, un gusto culposo que crece y transforma su esencia conforme transcurre el film, un lugar escondido en lo más profundo de la psique humana , un sitio mental colmado por el vacío, la insensibilidad, el deseo mortal, donde todo se puede sacrificar,  y teniendo en el trabajo, esa enfermiza necesidad de ver sangre y saciar el hambre de quitarle la vida a alguien más.




 

2 de febrero de 2021

Érase una vez; los cuentos nuevos, para los nuevos niños



 

Muchos de los grandes estudios en Hollywood se han dedicado a actualizar, o darles un nuevo tono, a películas basados en cuentos infantiles (cuentos de hadas), llevándolos a públicos más adultos, con historias más oscuras y siniestras, o simplemente retratándolos en live action, dejando la antigua, y ahora obsoleta, animación en base a dibujos a mano; estos mundos fantásticos han pasado de ser simples historias para niños a grandes despliegues visuales en pantalla, que a más de un adulto atrapan, tómese como ejemplos las dos cintas de Tim Burton sobre “Alicia en el país de las maravillas”, protagonizadas por un repetitivo pero efectivo Johnny Depp, así como los nuevos relanzamientos de “El rey león” en 2019 y Mulán en 2020, las 4 películas apuestas importantes del gigante del entretenimiento Disney. Hoy toca el turno de revisar una nueva película que se inscribe en estos territorios, “Érase una vez” de Brenda Chapman y que recién se estrenó el 31 de Diciembre en México.

Brenda Chapman es una artista que ha estado inmiscuida en cintas para niños toda su carrera, pasando por el departamento de animación en el que trabajo para caricaturas ochenteras como “Daniel el travieso” (1986), “Los verdaderos cazafantamas” (1988), “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” (1988) y “Pollitos en fuga” (2000). Además ha elaborado los guiones de varias películas y supervisado otros más como: “La bella y la bestia” (1991), “El jorobado de Notre Dame” (1996) y “Valiente” (2012), la cual también dirigió, así como “El príncipe de Egipto” (1998). Pues esta vez, esta prolífica mujer nos trae su más reciente cinta con la temática en la que es experta, los cuentos de hadas para el público infantil, pero esta vez grabada con actores reales, alejándose del sitio donde, tal vez, se sentía más cómoda como es la animación donde se instalan todas sus aportaciones y realizaciones. El film nos cuenta la historia de 3 niños hermanos, una niña y dos varones, los cuales tienen una relación muy especial con la imaginación desbordada como punto medular, los niños se niegan a crecer, a madurar y con esto dejar atrás todas esas emocionantes aventuras a las que su mundo imaginario les permite participar; cada niño tiene una peculiaridad que los asemeja a personajes extraídos de otros cuentos, Alice (Keira Chansa) tiene una relación con “Alicia en el país de las maravillas”, Peter (Jordan Nash) con “Peter Pan”, el otro hermano David (Reece Yates), no encontré algún rasgo que pudiera relacionarse con algún personaje, y creo que esto sirve para que el desapego funcione de una mejor forma ya que el niño sufre un accidente dentro del film, que hace que cambie el rumbo de la historia; y con esto, los hermanos que quedan se embarcan en una aventura para ayudar al padre a solventar una deuda financiera, así como saber en donde se encuentra el destino de cada uno.

La película se desarrolla muy bien durante el primer tercio de la misma, Chapman genera a través de simples pero efectivos engaños visuales, colocar una espada o un arco cuando el niño en realidad esta sosteniendo una vara de madera, pero con esta simpleza, nos muestra ese fabuloso mundo por el que pasamos alguna vez, y nos hace adentrarnos en la imaginación de los niños, sus juegos y andanzas, su negatividad a crecer; es de este último punto del que se deriva el primer conflicto menor del film, pero que encierra el sentido primordial del mismo; la abuela de los infantes, Eleanor Morrow interpretada por Anna Chancellor, orilla Rose Littleton (Angelina Jolie) la madre, a inscribir a su hijo mayor (David) en una escuela de “alta alcurnia” por lo que tendrá que dejar su casa, el padre de los niños, Jack Littleton (David Oyelowo) se niega a esto pero no puede hacer mucho ante la presencia de la abuela. Este momento supone, para el hermano menor, Peter, su partida anuncia su consecuente madurez y la perdida de la inocencia e imaginación. David no esta de acuerdo con su hermano en esto y, durante de uno de sus juegos entre ellos, cae al agua y muere. Este evento trae consigo la vuelta de tuerca del film, la familia se comienza a desmoronar, la madre se refugia en el alcohol y los recuerdos, el padre en el juego para poder salir de deudas, los niños huyen de casa para conseguir dinero y ayudar al padre; todo comienza a tomar un tono más oscuro, algunas de estas situaciones se ven reflejadas en la fotografía de Jules O´Loughlin, la cual cumple a secas su cometido, ya que ni la directora ni la fotógrafa se arriesgan al momento de elegir los planos, los cuales están bien elaborados pero dejan un sabor de boca a una película sin mayor pretensión que buscar una buena taquilla, creo que al tratarse de una historia donde unos niños huyen a una ciudad llena de vicios y personajes siniestros, la foto pudo haber jugado un papel más dramático, ya que la cinta, si bien se instala en los géneros de fantasía, drama y aventura, por momentos coquetea con el suspenso, el cual pudo quedar mejor de haber optado por una iluminación y foto más acordes a esos momentos. La historia hasta este punto parece interesante, pero es en su resolución donde tiene un fuerte tropiezo, la invitación que hace la directora durante la primera mitad a quedarse dentro del inmersivo mundo imaginario de los niños, se pierde por graves errores en el guión y dirección, las decisiones argumentales se sienten como si se le comenzaran a salir de control  y en su intento por retomar el rumbo inicial se pierde dejando el crecimiento de sus personajes de lado, los conflictos no encuentran salida, la densa nube negra de emociones que cubría la casa de la afligida familia nunca se resuelve, el pequeño de viaje de Alicia “al país de la maravillas” de nada sirve para mantener a la niña dentro de su mundo imaginario, cuando la directora en un inicio nos había demostrado lo contrario, el que Alicia quería seguir en ese fantástico lugar; Peter se marcha de casa y no se sabe su paradero, la directora deja entrever que fue el único que tuvo la posibilidad de viajar al país de nunca jamás, aunque esto a la historia no le sirve para nada.

“Erase una vez” me hizo sentir la emoción que tenía de niño al ver una película, la falta de recursos visuales espectaculares me hizo apreciarla más, sin necesidad de tanta animación la cinta te envuelve en la idea del mundo infantil y es fácil caer en esos momentos tan añorados por muchos, lamentablemente la falta de criterio, las decisiones equivocadas y un guión desatinado en su segunda mitad le da al traste a lo que parecía iba ser una interesante historia infantil cargada con una aire de oscuridad adulta. El cine en la actualidad ha estado carente de ideas originales, los remakes, nuevas versiones de películas ochenteras, pasar del dibujo animado al live action, ha hecho mella en la capacidad creativa de quienes trabajan en esa industria, algunas propuestas se arriesgan a buscar costas distintas a las ya exploradas, algunas lo hacen con éxito y otras naufragan antes de arribar, como es el caso de esta cinta que propone un tema tan interesante y melancólico como es el de la infancia, y más a sabiendas que los niños en la actualidad parecen estar más preocupados por lo que pasa en la Tablet o en el celular, que los que su propia mente les puede crear, bosques encantados, animales fantásticos, compañeros imaginarios, increíbles naves espaciales y mucho más, y que el cine, al igual que muchos niños, han perdido la capacidad de elaborar.




18 de enero de 2021

El cazador de monstruos


Los monstruos mitológicos o de fantasía siempre han causado asombro e interés en el ser humano, las historias y los relatos de miedo que se generan entorno a ellos han dejado sin dormir a más de uno durante una fría noche invernal; en el cine hemos tenido apariciones dignas de mencionarse de dichas criaturas, en la saga de “El señor de los anillos” (Peter Jackson, 2001, 2002, 2003) aparecen varias de ellas; los seres de la mitología nórdica denominados trolls aparecen en “Trol: la verdad detrás de la leyenda” (André Øvredal, 2010), incluso el chupacabras tuvo su aparición en “El chupacabras” (Gilberto de Anda, 1996). Pero no sólo las bestias son famosas, también los cazadores de estas, tenemos el famoso caso de Van Helsing, quien tuvo su propia película como personaje con “Van Helsing” (Stephen Sommers, 2004) y apareció dándole cuello al famoso vampiro de los Cárpatos en “Drácula” (Francis Ford Coppola,1992); de la misma forma que lo hace “Solomon Kane” (Michael J. Basset, 2009).

Esta vez toca analizar una película que, debido a la pandemia de Covid, sufrió un retraso importante en su estreno en México, llegando a las salas a principios de Enero de 2021, me refiero a la cinta “El cazador de monstruos” (2018) del director Jordan Downey, quien también tiene en su haber la película (si es que se le puede llamar así) “ThanksKilling” (2009) y “ThanksKilling 3” (2012), cintas que intentan oscilar entre el terror y la comedia, en las que un pavo masacra una serie de jóvenes y marionetas en el Día de Acción de Gracias en los Estados Unidos, nada más irreverente que ver un pavo asesino, aunque este tipo de películas denominadas serie B tienen un público que las aprecia por sus formas mal hechas. Pero esta vez, Downey se intenta poner serio con la cinta de un cazador de bestias, sin embargo, el resultado es vergonzoso por decirlo decorosamente. 

La cinta inicia con el cazador (el cual no tiene nombre, sólo sabemos que es el padre de una niña), en un bosque durante el invierno en el que descubre la presencia de un monstruo y le da caza, para después ir a una tienda de campaña para consolar a su hija. El director corta a un tiempo futuro, donde la niña ha muerto por el ataque de un monstruo, ahora, el padre ya tiene una cabaña, en la que guarda las cabezas de dichas criaturas como trofeos de caza, y en la que hace pócimas medicinales con los restos y sangre de sus presas. Desde este momento, los primeros 15 minutos del film, el director nos demuestra la plástica y los tamaños de encuadre que usará para el resto de la cina (salvo contadas ocasiones), por lo general recurre a planos medios o close up, usando el plano general solo como referencia visual de donde se encuentra el protagonista en su entorno; la elección de dichos planos se vuelve cansada, incoherente y confusa por momentos, incluso usa un plano subjetivo dentro del casco del cazador en una secuencia un tanto larga, que desorienta y no ayuda al film, dándole un aspecto más de videojuego que de película. El género en el que se inscribe es en el de terror y fantasía, aunque apuesta más por el primero y el tamaño cerrado de los planos delinea esa idea, cayendo en un abuso de estos, intentando hacer creer que cada plano de la cinta importa por su tamaño; el director en esto se equivoca de forma rotunda, ya que llega el momento en que se pierde la importancia debido al uso recurrente de los close ups o planos detalle, la atención se desvirtúa y se cae en una “predisposición visual”, en donde por el ángulo de la cámara y el tamaño del encuadre “suponemos o sabemos” que va a suceder algo, cuestión que no ayuda al ritmo de la cinta; por lo general las cintas de terror juegan con estos tamaños pero, las cintas que están bien desarrolladas, no abusan de ellos, esto con el fin de generar una cierta tensión que no necesariamente tenga que ser visual, sino también auditiva; y aquí es donde encontramos el otro error de la cinta, el audio (entiéndase como efectos sonoros y música) cae en una repetición idéntica a la visual, un acompañamiento predecible que intenta generar tensión y miedo, lamentablemente lo inverosímil de la historia tira todo a la basura en perfecta coordinación con las malas elecciones del director; de las bestias mejor ni hablamos ya que únicamente vemos las cabezas, en ningún momento se nos presenta el enfrentamiento épico que hará vibrar las butacas del cine, lo único que tuve que enfrentar es el tiempo que dura la cinta.

De las actuaciones hay muy poco que decir, la interpretación de Chrystopher Rygh como “el padre” se limita a unos 8 diálogos con poca o nula importancia, tal vez uno de ellos en los que habla en la tumba de su hija, aunque hubiera quedado mejor un monologo donde aflorara el sentimiento paternal del cazador en torno a su difunta hija; pero a Downey no le importa dar un respiro o un momento dramático a la audiencia, necesita generar tensión a partir de una situación ridícula en la que un tarro que regenera las heridas del cazador rápidamente, cae sobre la cabeza de una de las bestias que acaba de matar, el resto lo podrán imaginar; el final no puede ser mas atropellado y rápido, al igual que la duración de la cinta, 1 hora 15 minutos, imagino al director buscando planos generales para darle esos minutos adicionales para poder exhibirla en los cines.

Tengo la impresión que algunos de los nuevos directores de cine optan por la salida fácil a la hora de escribir, filmar, producir y desarrollar una película, la repetición de una formula hasta el cansancio, el grito fácil, el susto premeditado, el sonido que alarma, se ha perdido la capacidad de generar tensión a través del conjunto que representa una escena; lo peor es que muchas de estas cintas ya parecen ser la nueva plástica que seguiremos viendo en el futuro, una apuesta por hacer películas en las que el espectador no razone ni reflexione, sin tiempo para lagrimas ni descansos, el sobresalto prolongado, como si de una montaña rusa se tratara, con una puesta en escena mediocre y desatinada, actuaciones sin profundidad, tramas repetitivas que huelen a cientos de películas similares, sonidos y música que parecen extraídos de una caja musical que se repiten sin cesar, una dirección que no busca confrontar al espectador a través  del plano, del efecto sonoro, de la música, sino que hace todo lo contrario, dar por sentado que quien ve la película necesita ayuda para entenderla, como intentar insertar un instructivo con las indicaciones de cómo ver la cinta. Espero que pronto el cine de terror se vuelva a reivindicar, que los monstruos y terribles criaturas mitológicas que asolaron muchos de los pueblos alrededor del mundo nos vuelvan a espantar, que una vez más las películas de estos seres llenen las pantallas con sus historias y leyendas, que en conjunto con un artista visionario revivan de esos antiguos libros y cuentos donde hacen de las suyas, y que  nos asusten una vez más a través de la magia que sólo el cine puede crear.