Dreamland

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Hasta que la vida nos separe...

Hasta que la vida nos separe...
Todos los días son día de muertos

5 de enero de 2013

Cloud atlas, la oscilación entre lo erróneo y lo confuso.





La filmografía de los hermanos Andy (ahora Lana) y Larry Wachowski tuvo un inicio explosivo e icónico para la industria fílmica con la que se esperaba fuera la trilogía del nuevo milenio: Matrix, su debut en la industria (antes ya habían dirigido en 1996 un film de bajo presupuesto llamado “Bound”) fue bastante interesante con la primera entrega de la saga, sus innovadores efectos especiales y su temática pos moderna, ligada en todos los sentidos a la nueva era computacional que se vivía (y vive), dio justo en el clavo de un sentir juvenil que crecía a razón de la avasallante carga tecnológica que nos agobiaba, inundándonos de productos mundanos pero que hacían mas “fácil y ameno” el diario vivir, su personaje principal Neo, interpretado por un inexpresivo Keanu Reeves, hizo vibrar los teclados de muchos cibernautas, su maestro Morpheus, llevado al cine por Samuel L. Jackson, se convirtió en la bandera hacker de los geeks del milenio que estaba por comenzar, la chica de la película, Trinity, bajo la actuación de Carrie-Anne Moss, hizo suspirar a más de uno después de verla en su ceñido traje de cuero, el agente Smith, interpretado por Hugo Weaving, me hizo recordar a los agentes secretos del gobierno norteamericano; las múltiples influencias (léanse comics, películas, libros, religión) en las que basó su discurso fueron muy bien recibidas e incluso elogiadas por algunos gustosos del género, la trama basada en la rebelión  del hombre contra la maquina resultó muy atractiva, el incipiente y acelerado proceso tecnológico que vivía la humanidad daba cuenta de ello, maximizándolo con el venidero año dos mil, el cuál supuso en aquel 1999 un momento determinante en la era de la computación por la posibilidad de un fallo cibernético al que se le denomino como 2YK; sin embargo, no todo salió como se esperaba, las secuelas (“Matrix reloaded” y “Matrix revolutions”, ambas del año 2003) quedaron a deber teniendo en su tercera y última entrega a la peor, los efectos, si bien no eran malos, no estuvieron a la altura de los mostrado en la primera película dejando insatisfechos a algunos de sus, hasta entonces, fieles seguidores (cabe mencionar que entre la parte 1 y 2 se lanzó a la venta un DVD con una serie de cortos animados con historias paralelas o antecedentes que dieron origen a la Matrix), esto fue motivo suficiente para que, lo que parecía iba ser el nuevo “Star Wars”, se quedara a mitad del camino, con una buena película inicial y sus pobres continuaciones. Después de concluir su saga, los hermanos se tomaron un par de años para sacar su siguiente film, no sin antes capitalizarse sacando un par de juguetes al mercado a través de los videojuegos “The matrix online” y “The matrix: path of Neo”, así como producir una película basada en una de las más importantes novelas gráficas de la década de los 80, “V de venganza”; su siguiente aventura fílmica vendría acompañada de una fuerte campaña mercadológica, apostándole a la reinserción del gastado dueto carnal, la historia basada en el manga “Speed racer” (2005) sería la elegida por la dupla, aunque una vez más los hermanos quedaron a deber con una película que forjó más su discurso en los efectos especiales que en la trama y los personajes; este 2012 regresan con una historia basada esta vez en una novela del inglés David Mitchell titulada “Cloud atlas”, haciendo mancuerna con el director alemán Tom Tykwer, conocido por “Run Lola run” (1998),  “Heaven” (2002) o “Perfume: the story of a murderer” (2006), teniendo en la primera de estas a su más atrevida experiencia con una vertiginosa película llena de realidades paralelas en las que una decisión afecta todo el resultado, algunos podrán argüir que con “El perfume” tuvo su apuesta fílmica más importante, al intentar representar el sentido del olfato en una película, aunque en mi opinión esto no lo consigue, salvo en la secuencia donde nos presenta este sentido a través de un viaje que comienza en la nariz del pequeño Jean-Baptiste Grenouille, pasando por un pantano y un depósito de basura, esta fue la única parte en donde creo que presentó de forma interesante el contenido del fabuloso libro de Patrick Süskind y teniendo en su momento más desafortunado el glorioso final literario.
En “Cloud atlas” el trio se vuelve a arriesgar poniendo al filo de la navaja la continuidad de la trama principal al utilizar 6 historias distintas en diversas eras de la humanidad, todas ellas caracterizadas por tener un personaje principal que tiene un lunar parecido a una estrella fugaz, así como tener un antagonista, interpretado en todos los relatos paralelos por Hugo Weaving, quien al parecer es muy del gusto de los hermanos Wachowski; con este antecedente la película transcurre de forma un poco confusa entre una época y otra, llevándonos desde un viaje en barco de la mano de Adam Ewing y el codicioso doctor Henry Goose que intenta envenenarlo, con un esclavo Moriori de nombre Autua como salvador del primero; pasando por la Europa de 1936 de la mano de Robert Frobisher, un joven homosexual que busca el éxito a través de la música, haciendo el trabajo de copista para Vyvyan Ayrs para aprender de él y lograr, a través de este aprendizaje, componer su obra maestra que culminaría con su suicidio y con la pieza que da origen al título del film; transitando por el San Francisco de los setenta, siguiendo la historia de Luisa Rey, periodista que tiene un encuentro fortuito con Rufus Sixsmith, amante de Frischer en los años treinta, y que guarda consigo un documento que puede poner en jaque las actividades de una despiadada empresa dedicada a los energéticos; continuando este viaje temporal por el recién finalizado año 2012 con la historia de Timothy Cavendish, un editor mediocre de 65 años de edad que ve concretado su sueño de hacerse  rico y famoso después de un arranque violento de Dermott Hoggins, escritor en turno para el que trabaja, sin embargo, esta fama se ve interrumpida por un grupo de matones que amenazan a Cavendish de muerte sino entrega una exorbitante cantidad de dinero por lo que tiene que recurrir a su hermano quien, sin pensarlo, lo envía a un manicomio sin que se entere de nada, por lo que su aventura gira en torno a la huida de ese lugar; la siguiente escala es el futuro año 2144, en una ciudad llamada Neo Seúl, donde confluyen los vicios más grandes del hombre, siempre acompañados de la  voraz e imperecedera sed industrial de los grandes capitales, tomando en este caso su forma en una especie de clones de mujeres humanas quienes tienen una vida servil, dedicadas 100% al trabajo, sin tener contacto con el mundo exterior, siendo sorteada en base a la dedicación y entrega de cada una de ellas la libertad, una de estas réplicas humanas, Sonmi 451, tiene la fortuna de ser liberada por Hae-Joo Chang, un insurrecto oficial miembro de un grupo subversivo que busca quitar la venda de los incrédulos ojos de la población; el recorrido temporal concluye en el año 2321, mencionada en la película como los 106 inviernos después de la caída, una tierra post apocalíptica regidas por tribus, una especie de regreso a los orígenes de la humanidad, donde las comodidades y la tecnología son mera cosa del pasado, en este retrospectivo porvenir cohabitan los humanos y una raza denominada los “prescients”, en esta época tienen su encuentro Zachry y Meronym, el primero de ellos habitante terrenal de ese lugar y la segunda perteneciente a la moribunda, y tecnológicamente avanzada, raza visitante, el primero de ellos sufre las visiones esquizoides de un demonio al que conoce como “Old Georgie” quien, a través de amenazas, busca mantenerlos a raya en cuanto lo que sí y lo que no puede hacer. Las historias pueden parecer interesantes, sin embargo discurren de forma errática y confusa durante toda la película, como un péndulo que se mueve sin sentido por un mundo temporal que parece perderse en las intermitentes y efímeras apariciones que tiene cada historia, no se llega a saber en realidad cuál es el sentido del film, por momentos pareciera inclinarse hacia la fórmula que tanto gusto a los Wachowski cuando construyeron el universo Matrix con su elegido, en este caso parece que los personajes principales tienen un propósito dentro de este multi temporal universo fílmico, aquellos con la marca del cometa son los elegidos parecen decirnos los directores, aunque esto no queda del todo claro, los propósitos de cada personaje se difuminan en la vastedad, no existe un equilibrio entre las historias, unas tienen mayor peso que otras, así como las actuaciones, entre su reparto resaltan Tom Hanks y Halle Berry por su corte estelar quienes también sirven como gancho para legitimar la intención del trio de directores, no existen papeles definidos para actor, uno a otro transita en cada época saltando de un papel a otro, algunos de ellos pasando de roles masculinos a femeninos, como si de un quinteto de personas que se encuentran en la eternidad se tratara, todos con diversos propósitos y papeles, a veces buenos otras malos, una idealización de la reencarnación o la vida eterna, vista esta última de forma terrenal. El lado técnico de la película esta bien logrado, el crédito fotográfico esta dividido entre Frank Griebe y John Toll, quienes cumplen a secas con el trabajo encomendado, sería el colmo que una película de alto presupuesto no contara con una buena parte visual, la música también  aparece segmentada en aportaciones resaltando la incursión del también director de la obra, el alemán Tykwer, juntando su talento con Reinhold Heil y Johnny Klimek, con quienes ya había trabajado en el “Perfume: the story of a murderer” y “The international” (2009), los efectos especiales, que han tenido un papel fundamental en la carrera de los hermanos Wachowski, son utilizados con cautela, teniendo sus despliegues más importantes en las secuencias futuristas en Neo Seúl, así como en ciertos momentos del apocalíptico destino terrestre, la mesura que tuvieron esta vez en su uso pareciera crear un ambiente menos hostil a la vista (la vertiginosa “Speed racer” llega a marear y desconcertar en ciertos momentos) aunque no por esto crea una mejor película.
“Cloud atlas” es de esos libros que se antojan imposibles de filmar, la gran cantidad de historias resultan muy difíciles de resumir aún cuando la película dura casi tres horas, el vaivén temporal llega a cansar, los personajes resultan poco atractivos y justo cuando te estas involucrando con uno surge el cambio de época, la parte chusca queda a cargo del viejo Cavendish, sus momentos hilarantes podría decir que son lo mejor de la cinta, la aparente necedad de los Wachowski de encontrar al elegido da al traste con todo, los ciclos de varias historias no terminan cerrándose, el extraño lunar pareciera ser un mero adorno porque no termina explicándose su razón, a menos que sean una suerte de Jesucristos revolucionarios, nacidos ex profeso y en distintas épocas para traer conciencia y diversión, las flojas actuaciones parecieran traernos papeles que ya vimos, Tom Hasnks en su papel de Zachry me recordó al naufragó de Robert Zemeckis,  a su vez no pude evitar relacionar a Hugo Weaving con el agente Smith de Matrix; la carrera de este trio de directores ha ido de más a menos, la avasallante fama que crearon al inicio de lo que parecían ser prominentes carreras se colapso con la exigencia, las historias no solo van de efectos especiales o aceleradas líneas temporales, las historias van de personajes, de pesares y alegrías, de vacilaciones y convicciones, de fracasos y éxitos, de tragedia y de comedia, ingredientes que bien mezclados pueden crear una bella obra, todo esto requiere madurez y vocación artística, cuestión que el trío deja a un lado para brindarnos una historia compleja y confusa, como si de girar un globo terráqueo y detenerlo con un dedo para ver en que país se detiene se tratara, como abrir un mapamundi y salpicarlo con pintura para que el destino se encargue de tapar con gotas de esta algunas ciudades del orbe, como hojear un atlas no con mapas terrenales sino temporales y arrancar algunas hojas al azar, únicamente para descubrir una película destinada a fracasar.



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