Dreamland

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Hasta que la vida nos separe...

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Todos los días son día de muertos

18 de febrero de 2013

Abolición de la propiedad, los fallidos experimentos mexicanos.



El cine se ha valido, a lo largo de su historia, de las novelas literarias como base para crear argumentos o para trasladarlas a su versión fílmica en lo que conocemos como adaptaciones, México ha tenido su contribución en este apartado, en este caso toca revisar el trabajo realizado por el director mexicano Jesús Magaña Vázquez (Sobreviviente, 2003; Eros una vez María, 2007) con la adaptación de la novela “Abolición de la propiedad” del celebre escritor mexicano José Agustín, quien aparte de ser uno de los grandes exponentes de la llamada “literatura de la onda” también fungió como director de cine con la película “Ya sé quien eres (te he estado observando)” con la actuación de quien sería uno de sus grandes amores, Angélica María; también participó con otros grandes directores del cine mexicano como Felipe Cazals, a quien apoyó en la creación de los guiones literarios “El apando” (1976) y “El año de la peste” (1979); esta vez, el escritor oriundo de Acapulco inspira con su novela a Magaña para crear una película que podría parecer novedosa en su realización pero que deja muchísimo que desear.
“Abolición de la propiedad” narra la historia de una pareja de jóvenes que se conoce en lo que parece ser la sala de una casa (las cuestiones técnicas de la película, que hacen más confusa la de por si rebuscada adaptación, las mencionaré más adelante), en este espacio, Everio, interpretado por Humberto Busto, y Norma, interpretada por Aislynn Derbez (hija del comediante mexicano Eugenio Derbez), tienen pláticas que van del pasado al futuro, de sus viejas andanzas estudiantiles hasta llegar a lo que podría suceder si permanecen juntos, este ir y venir temporal es acompañado por un metrónomo situado en una mesa a un costado del sofá donde ambos personajes debaten sus banales andanzas por el mundo, este aparato, que se caracteriza por ser un instrumento auxiliar en la enseñanza musical, sirve como una especie de maquina del tiempo ya que, al activarse, pareciera que viajamos hacia el futuro y de vuelta, en una serie de intercalados continuos que solo ayudan a confundir al espectador, ya que, dentro de estos vaivenes llegamos a un momento en el que al parecer la pareja ya esta casada, o por lo menos viven juntos, ya que los apreciamos en una habitación donde hay una cama en la que están por acostarse, no sin antes tener una discusión que forma parte del eje principal de la película; dentro de este discurrir temporal tenemos otro escenario, un lugar más parecido al limbo, un vacío donde ambos personajes continúan sus eternas alegaciones que por más que uno quiere encontrar el sentido no lo hace; junto al metrónomo también encontramos una radio, la cual, al ser encendida por Norma, reproduce conversaciones que ella y Everio van a tener, una especie de aparato revelador, prodigioso cacharro que sirve para alertar a la ingenua chica de lo que podrá suceder en el futuro si sigue con Everio; todo lo trivial de esas grabaciones y las conversaciones que sostienen ambos personajes a lo largo del film da al traste con un argumento que se antoja interesante en el papel pero que el director no supo llevar a la pantalla, ya que contiene errores garrafales para alguien que se sustenta como uno más de los pretensioso representantes del llamado “cine de autor” (al iniciar la película podemos leer la pretensiosa frase “Una película de…” aún cuando su carrera goza de apenas dos trabajos previos).
Ya entrando en la parte técnica de la cinta nos encontramos con que esta grabada en un foro sin mayor decoración que el sillón donde ambos personajes se conocen, el cual tiene una lámpara, una mesa con el metrónomo y la radio, este escenario sirve para hacer juegos un tanto pretensiosos del director que pareciera copiar lo hecho por Lars Von Trier con su obra “Dogville”, aunque la separación entre una y otra sea por demás evidente, estos juegos, consistentes en romper el eje de acción son utilizados de forma justificada en algunos casos, pero tantos cambios hacen que el director también se confunda a la hora de saber qué grabar, estos excesos se hacen evidentes conforme la película avanza sobre todo en la parte dedicada a la habitación, en la que Norma y Everio se disponen a dormir, este espacio es el mismo foro, sólo que esta vez la decoración cambia a una cama, un tocador y un espejo colgante, en este espacio los planos van de la cama al espejo, teniendo en una a los personajes en una posición y en el espejo al revés, esto podría parecer interesante si hubiera la intensión de mostrar otro lado de los personajes o sus conversaciones, si el director hubiera intentado jugar a un “lado oscuro”, pero no, las discusiones, como ya lo mencioné anteriormente, discurren entre lo aburrido y lo cotidiano, por lo que, sus juegos visuales solo sirven para desconcertar al espectador en vez de ayudarlo a entender de que va la obra; otro espacio en el que se desarrolla la película, dentro del mismo set, es ese lugar parecido a un limbo o vacío, donde esas discusiones sin sentido siguen dando vueltas en las cabezas de los, para ese momento, aburridos espectadores, la característica de este escenario es su fondo blanco; y el “lugar” con el que cierra la obra es el mismo set, sólo que ahora llueve de forma torrencial para ambos personajes, caminando para encontrarse sin que esto se de, siguiendo el juego de discusión pero esta vez con un tono más elevado, como dándonos a entender que el tan anhelado final del film esta por llegar; si a estos escenarios le sumamos esos cambios rebuscados de eje, y un juego con el foco, en el que tenemos en un primer plano a Norma en foco mientras habla para después sacarla de foco y ver que en el fondo aparece en foco Everio para continuar con su discusión, el resultado es tan funesto como aburrido; la música tampoco ayuda en nada a la película, las canciones, si bien parecen sacadas del imaginario de José Agustín, no van acorde con la pretensión, aunque no se sepa en realidad cuál es, del director, pareciera que las utilizó más por gusto personal que por verdadera intensión dramática.
El cine mexicano vive una época en donde el talento pareciera demeritarse por ciertas incursiones de directores que se dan aires de grandeza, aún cuando no han forjado una carrera exitosa, o peor aún, cuando no tienen ningún trabajo previo que los haya catapultado por ser una obra excelsa, esto tiene que conllevar a hacer un análisis minucioso de las obras nacionales que se exhiben, y lo ideal sería que esos financiamientos sirvieran para artistas con verdadera vocación, el trabajo actoral también deja bastante que desear, tanto Aislynn como Humberto se ven forzados, carentes de chispa, de química, y en los momentos más álgidos, de odio y desesperación, más bien parecen estar en un casting o ensayo teatral que en un trabajo ya terminado; no quisiera demeritar al cine mexicano por una sola película, en ningún momento esa es mi intención, hay muy buenos realizadores que han hecho cosas muy interesantes, sin embargo, también han salido otros que parecieran estar más enfocados al trabajo telenovelero de las grandes televisoras del país, incluso valiéndose de actores y comediantes que son insignia en cada una de ellas. El cine tiene que ser visto como tal, y no como un experimento azarístico, el cine debe cumplir su cometido de gustar, asustar, hacer llorar o reír, causar polémica, etc., debe rendir homenaje a las obras de los grandes escritores, para eso se debe valer de la cámara, la puesta en escena y la actuación, aún cuando el presupuesto pueda ser modesto, porque un libro nos transporta, el autor nos lleva de la mano por su imaginación, el cine tiene que por lo menos cumplir ese cometido, dejando a un lado las diferencias de lenguaje entre uno y otro medio y sabiendo sacar provecho de lo que cada uno puede aportar, como ese gran legado que José Agustín ha creado en torno a su obra, y que sigue dando para más, este año se espera la adaptación de “Ciudades desiertas” dirigida por Roberto Sneider y protagonizada por Gael García, un libro oscuro que puede dar para mucho sabiéndolo adaptar, ya es hora de se le haga justicia al maestro acapulquense, quisiera ver una gran adaptación que pueda ser catalogada como una “película de la onda”, porque toda su obra y su vida ha sido la onda.
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